ste día, concluye la gestión de José María Beauvoir al frente de la misión fueguina y regresa a Punta Arenas. Al alejarse de la sede salesiana riograndense escribe: "Me alejo no sin pena gran parte de mi corazón está aquí... pegado a estos queridos indiecitos (...) La Misión de Nuestra Señora de la Candelaria de Río Grande estaba fundada en toda la amplitud del sentido de la palabra”.
Beauvoir condujo la etapa fundacional de la misión. En los primeros tiempos los esfuerzos se concentraron en las construcciones. Luego, procuraron tomar contacto con los nativos, pero estos lo eludían. “Transcurrieron así cuatro meses, sin que se hubiera producido ningún acercamiento con los nativos, cuando un día, luego de probar todo tipo de estratagemas se presentaron en la margen derecha del río, frente a la casita situada a la izquierda, tres sujetos vestidos como cristianos y detrás de ellos otros seis indígenas seguidos de mujeres, niños y una gran cantidad de perros".
Se repartieron cobijas y galletas y los nativos prometieron volver. El segundo encuentro así fue relatado por Beauvoir. "Al día siguiente, muy de mañana vimos descender desde las alturas del río una columna interminable de gente cubierta con pieles de guanaco... "
La diplomacia salesiana entró en acción y las palabras amistosas se prolongaron en la distribución de frazadas y galletas. Poco después, las mujeres comenzaron a levantar sus toldos a unos doscientos metros de los edificios.
La acogida fructificó y los selk´nam tomaron a la misión como un sitio de protección ante las persecuciones que estaban implementando los estancieros.
Beauvoir fue sucedido en la dirección de la misión por Fortunato Griffa. Pero, pocos meses después se produjo un siniestro que desbarató muchos de los planes en curso de los salesianos. El 12 de diciembre estalló un incendio, que en menos de una hora destruyó las construcciones erigidas con tanto esfuerzo.
En el informe que elevó Griffa a su superior, describió que "a la una y media de la tarde, no se sabe cómo, tomó fuego la casa de las Hijas de María Auxiliadora, y en menos de una hora todo el vasto edificio de madera destinado a las hermanas y a las indias, la iglesia, la casa de los salesianos y el hospicio de los niños quedaron reducidos a cenizas”.
El desastre llevó a relocalizar la sede en las proximidades de cabo Domingo.
