Después de tres años de cautiverio, logra huir de los patagones
El 29 de agosto de 1859

Después de tres años de cautiverio, logra huir de los patagones

29/08/2016
E

l francés Auguste M. Guinnard aprovecha una distracción y logra huir, después de haber permanecido tres años cautivo de los patagones.
“Aprovechando una noche en que toda la tribu estaba sepultada en el pesado sueño de la embriaguez, me deslicé arrastrándome hacia el sitio donde estaban los mejores caballos del cacique, después de haberme provisto de un par de bolas destinadas a mi defensa y a proporcionarme alguna caza en mi camino. También tomé un lazo para apoderarme de tres monturas y reunirlas (…) conduje muy despacio mis caballos hacia cierta distancia” y “emprendí lleno de emoción la última correría de que dependía mi vida o mi muerte. Durante toda la noche galopé sin descanso…” (A. M. Guinnard. Tres años de cautividad entre los patagones).
Después de cuatro días, “el caballo que montaba cayó muerto de fatiga”. A pesar de la distancia recorrida, el pánico del francés no se disipaba, “creyendo ver incesantemente sombras en mi seguimiento”. Cada tanto, el fugitivo apoyaba “el oído en tierra, escuchaba largo rato para conseguir que el silencio de la pampa me tranquilizara”.
Había sido capturado al internarse en un punto no identificado de la meseta patagónica, mientras exploraba esas regiones, acompañado de un joven italiano. Fueron sorprendidos por un grupo de la etnia poyuche, que mató al muchacho e hirió al francés de un lanzazo y una boleadora le dio de lleno en la cabeza, haciéndole perder el conocimiento.   
En su integración a la tribu, le asignaron la tarea de cuidar el ganado y, después de un tiempo de asimilación, fue sumado a las cacerías. Lo consideraban un esclavo, fue canjeado en varias oportunidades y el cambio de propietario le imponía nuevos trabajos y obligaciones. Pasando de residir “en las llanuras frías, salvajes y estériles del sur, donde los vientos impetuosos y las súbitas revoluciones de la atmósfera (…) se manifiestan con más violencia quizás que en ningún otro punto”. Luego, con otro dueño, fue llevado “hacia el norte hasta más acá del río Colorado”. Fue testigo de un escarmiento al que sometieron a otros blancos cautivos que intentaron huir y fueron atrapados. La ejecución fue una ceremonia cargada de sadismo, al ser atados y atravesados con lanzas en medio del júbilo de los nativos.
Los recuerdos de estas imágenes y los gritos de los ajusticiados acompañaron a Guinnard durante toda su huida.

Autor : Bernardo Veksler
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