ste día, la expedición comandada por los capitanes Ingouf y Flueriais atraviesa la barra del río Santa Cruz a bordo del aviso Le Volage. El objetivo de la misión científica, orientada por el naturalista Lebrun, era el de registrar el paso del planeta Venus por delante del disco solar. Este fenómeno se estaba produciendo en el hemisferio sur desde 1769 y había generado un magnetismo especial en los hombres de ciencia europeos, quienes partieron hacia distintos puntos del planeta a concretar observaciones astronómicas del suceso.
Los franceses desembarcaron en Cañadón Misioneros y el 1° de octubre tenían todo dispuesto para comenzar sus observaciones. “Durante ese mes parte de los hombres remontaron el río Santa Cruz, sondearon la parte navegable y se levantó el plano del estuario. Tenían como propósito llegar al Lago Argentino en un lanchón de ocho a diez toneladas de porte, pero tuvieron que retroceder desde el Cabezo Blanco, después de luchar inútilmente contra la impetuosa corriente del río” (Norma Sosa. Cazadores de plumas en la Patagonia).
El guía de los expedicionarios fue Máximo Clemente, un hombre que contaba con una curiosa historia, que había derivado en su radicación en la región austral. Cuando naufragó en las costas fueguinas el velero alemán Doctor Hansen, en 1874, entre los sobrevivientes, rescatados por Luis Piedra Buena, “había un muchacho que cuando el barco zarpaba de Trieste para Australia se había escabullido en el mismo como polizón”. Al ser descubierto, después de soportar algunos castigos, “fue incorporado como grumete” a la tripulación.
“Cuando se produjo el naufragio, buen nadador y audaz, se ofreció a tirarse al agua para llevar un cabo a tierra, diciendo que sabía nadar como un tiburón”. Gracias a su arrojo, “logró fijar el barco y salvar a los náufragos que sobrevivieron ateridos alimentándose de algas y mariscos”.
Luego de ser rescatados por el cúter Luisito, Clemente se sumó como colaborador de Piedra Buena, lo acompañó a la isla Pavón y se radicó allí. Más adelante, conformó una familia, siendo uno de los pioneros de Santa Cruz.
En tanto, los franceses continuaron con sus observaciones hasta los primeros días de diciembre, cuando desmontaron los aparatos de medición que habían instalado, se embarcaron en Le Volage y retornaron a Montevideo, como escala hacia Europa.
