Describen llegada de nativos atraídos por una ballena varada
El 13 de septiembre de 1871

Describen llegada de nativos atraídos por una ballena varada

13/09/2016
E

l catequista anglicano James Lewis se despierta a medianoche por el ladrido de su perro y se dirige hacia la costa donde se encuentra con una ballena varada.
“A la mañana temprano, bajamos y encontramos la ballena, que no parecía haber sido molestada por los peces, golpeando furiosamente en el agua con su cola y sus aletas. Era un animal muy joven, de unos diecisiete pies (cinco metros) de largo (...) pusimos el bote a su lado y, con una vieja bayoneta, la apuñalamos repetidamente; la sangre saltó varias yardas en el aire y salpicó nuestros rostros, hasta que más o menos en una hora, desgastado por una furiosa lucha, el animal murió. El proceso de disección fue hecho con tanto entusiasmo que, para las once del mismo día, no quedaba ni un vestigio de carne o hueso en el lugar, salvo el hígado que por norma no es comido por los nativos” (Tomas Bridges. Los indios del último confín).
La aparición del cetáceo fue un aporte inesperado para resolver el déficit alimenticio de los canoeros instalados en la vecindad de la Misión Anglicana, que ese día sólo habían comido unos biscochos. “Pronto se hizo un fuego en el lugar, se colocaron encima algunos trozos de grasa y fueron comidos con gusto. Como por un instinto, pronto aparecieron canoas de todas partes y nuestra pobre gente tuvo un mal rato, porque aunque quedaba un poco de ballena que podía ser obtenida con adulaciones, cargoseo o bravuconadas (…) El pequeño monte cercano se transformó en la habitación  nocturna de espíritus errantes, que daban vuelta todos los lugares sospechosos del arroyito, a menudo echando luz sobre alguna grasa bien escondida, para gran pérdida y lamento de los propietarios que la habían depositado allí por seguridad y para preservarla de la corrupción”.
Finalmente, “los huesos resultaron demasiado cortos para los propósitos de los nativos, como entretejer sus canoas de corteza; las costillas y otros huesos, reforzados con calor, fueron transformados en cabezas de flecha; los tendones divididos en filamentos y tejidos resultaron excelentes líneas de pesca”.
Para los fueguinos, una ballena varada se convertía en un banquete muy apreciado, aunque estuviera en descomposición, y ni bien se enteraban del suceso, acudían masivamente al lugar, concretando un encuentro social de importancia.

Autor : Bernardo Veksler
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