res años después de ocurrido un fallido intento de asalto a la sucursal Comodoro Rivadavia del Banco de la Nación, las declaraciones de varios testigos inducen al juez Navarro Careaga a solicitar “la captura de (Roberto Knight) Perkins, que es detenido en la Capital Federal” (Marcelo Gavirati. Buscados en la Patagonia).
El 6 de febrero de 1908, Perkins y su compinche Robert Evans se dirigieron hacia la Casa Lahusen, donde funcionaba provisoriamente la sede bancaria, acompañados de un peón chileno de apellido Sánchez. Previamente, habían cortado los cables telegráficos para dejar incomunicada a la localidad. Pero, antes de ingresar, Sánchez decidió aprovechar la ocasión para exigir un aumento de su porción del botín que se iba a obtener. Los “tres hombres discuten violentamente”, hasta que “Perkins le efectúa tres disparos a quemarropa al chileno. Después del tiroteo, Evans y Perkins se dan a la fuga al galope, al tiempo que disparan sus pistolas máuser sobre los techos de las casas de comercio”.
Sánchez fue atendido de “tres heridas, una en el cráneo que le fractura el parietal, otra en el brazo derecho con fractura de húmero y la última en la mano, que le fractura el metacarpo y le troncha el dedo meñique”.
Los fugitivos lograron eludir a sus perseguidores y decidieron separarse. “Evans se dirige a la zona cordillerana de Río Pico, en tanto que Perkins regresa a Cholila”, donde otros bandoleros norteamericanos “le habrían facilitado dinero para escapar de la región”.
Al ser detenido, Perkins concedió una entrevista al diario La Nación y sorprendió al periodista con su acento cordobés, ya que era oriundo de esa provincia, y con el título de teniente obtenido en el Colegio Militar de Richmond en Estados Unidos, a donde lo había enviado su padre a estudiar. Le ofreció otra versión del incidente: que habían ido al banco a cobrar un documento y que se produjo una discusión que terminó a los tiros porque estaban alcoholizados y que Evans fue más rápido para sacar el arma y disparar.
Esta versión fue tomada como verdadera por el juez y, poco después, Perkins fue dejado en libertad.
En esos años, la región austral fue asolada por bandoleros norteamericanos que llegaron a la región atraídos por la enorme prosperidad que atesoraban los pioneros y por la escasa presencia del estado para combatir el delito.
