e acuerdo a las declaraciones de un capitán, “hijo y nieto de balleneros”, cuyo testimonio es publicado este día por El Diario de Montevideo, “la tarea de la caza de ballenas con los buques a vapor es relativamente fácil, comparada con los tiempos de antaño cuando se hacía con barcos a vela o dotados de máquinas de poca fuerza, cuando en muchas ocasiones en botes (...) que iban a arponear el cetáceo y hasta algunas veces el mismo ballenero era deshecho por la ballena conjuntamente con la tripulación.”
El entrevistado abordó la transformación tecnológica de la actividad e insistió sobre el concepto anterior: “Los cazadores de ballenas de hoy, con pasar una vida nada envidiable, son unos potentados….burgueses si se compara con la tripulación de los buques balleneros a vela que conocíamos en nuestro puerto hasta hace unos 25 años”.
El artículo presentó también un juicio de valor desfavorable sobre los antiguos balleneros: “Los pescadores de entonces (...) felizmente han desaparecido”, a pesar de existir entre los trabajadores actuales “algunos sujetos “indeseables”, lo cierto es que estos son “como escolares de 2º año a los huéspedes oficiales de Ushuaia, u otro presidio de fama (…) criminales y ladrones que no tenían asilo posible en este puerto, Buenos Aires, Punta Arenas, etc”, y “eludiendo la acción policial”, se “fueron a otras latitudes, no sin antes pagar a bordo una gran parte de sus fechorías (…) En una palabra la vida a bordo de los balleneros de entonces se rigió por los palos, tiros, puñaladas, etc. no reinando allí otra ley que la del más fuerte”.
Las personas que se enrolaban en esa industria, se veían atraídos por distintos incentivos: “en primera instancia algunos continuaban la tradición de sus orígenes o de sus familias, una mayoría se unía por el atractivo de los buenos salarios, y otros se sumaron tomando en cuenta que las condiciones de trabajo se habían vuelto menos rígidas, mejor organizadas al operar en flotillas, con apoyos de radio, médicos, etc. que habían dado un giro a las alternativas de las primeras épocas” (Cristina Montalbán. La actividad ballenera, vínculos platenses y testimonios montevideanos).
El centro de la actividad ballenera estaba en las islas Georgias, donde algunas temporadas se congregaron más de mil operarios, quienes disponían de campos deportivos, cine y hospital.
