Darwin descubre los rigores climáticos del Cabo de Hornos
El 21 de diciembre de 1832

Darwin descubre los rigores climáticos del Cabo de Hornos

21/12/2016
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ste día, la expedición comandada por Robert Fitz Roy, a bordo del Beagle, culmina la exploración de la bahía de Buen Suceso, en el extremo oriental de la isla Grande, y parte con destino al cabo de Hornos. De la misión participaba el joven científico Charles Darwin quien ansiaba arribar a la confluencia interoceánica para enriquecer sus investigaciones.

El comienzo de la navegación fue auspicioso. “Darwin anotó en su diario que el mar y el aire estaban calmos que habría sorprendido a aquellos “que piensan que en esta región los vientos y las aguas nunca dejan de pelearse”. Con intransigencia, la noche siguiente, el Cabo de Hornos “exigió su tributo y nos envió una tempestad directamente sobre nuestros rostros” (Anne Chapman. Darwin en Tierra del Fuego).

El despertar del temporal comenzó con “rachas de viento y granizo” que asediaron con tanta fuerza “que el Beagle debió refugiarse en la isla Hermite, en la caleta San Martín”, que era “el refugio favorito de foqueros y exploradores ingleses en el Cabo de Hornos”.

Luego de tomar los recaudos necesarios para evitar pérdidas y destrozos, a “pesar del fuerte vendaval y el crudo oleaje pudieron celebrar la Navidad alegremente en ese “excelente puertecito” (…) Aquella medianoche, violentos turbiones se aproximaron por cerros lindantes y golpearon las aguas de la caleta. Luego vendría la nieve, el granizo y la lluvia y todo ello en pleno verano. Por seis días y seis noches, “tres anclas y varias cadenas de amarre” sostuvieron el barco. Ni Darwin ni Fitz Roy aportaron más referencias a esos días salvo para lamentarse del “maldito clima” y mencionar brevemente “las visitas a bahías e islas cercanas”.

En un momento de reflujo del temporal, Darwin y dos de los expedicionarios “treparon el Pico de Kater de aproximadamente 600 metros con vista a la bahía. Tuvieron por recompensa el maravilloso avistaje de las islas conformadas por picos montañosos y de la Cordillera de los Andes que prácticamente se sumerge en el mar, en el Cabo de Hornos”. En ese punto de observación, el científico, mientras “martillaba otras rocas con su instrumental geológico” para recolectar muestras de minerales, escribió: En esta región inhóspita, al mirar a nuestro alrededor, apenas podíamos creer que el hombre pudiera habitarla” (op. cit.).

Autor : Bernardo Veksler
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