El “Espora” emprende su último viaje desde Punta Arenas
El 21 de febrero de 1907

El “Espora” emprende su último viaje desde Punta Arenas

21/02/2017
E

l pailebote “Espora”, al mando del capitán Luis Piedra Buena, zarpa desde Punta Arenas rumbo a la isla de los Estados, con el propósito de procesar grasa de lobos de mar y pingüinos.
Componían la tripulación el dálmata Carlos, el norteamericano Smith; el gallego Celestino, el cocinero Espinosa, el yagán Juan Caballero, el viejo Henry y un grumete (Armando Braun Menéndez. El astillero en la tempestad).
El comercio de la grasa de estos animales podría convertirse en un redituable negocio, si se lograba superar la accidentada navegación, el aislamiento, los temporales y los imponderables que casi descartaban la posibilidad de algún auxilio.
Piedra Buena se lanzaba a la conquista de la fortuna mediante la cacería, el procesamiento de sus pieles y la extracción de la grasa y el aceite.  
El “Espora”, “con sus ciento setenta y cinco toneladas de registro, estaba bien aparejado para la faena; los garrotes, el “tacho” (especie de caldero), las barricas  vacías, arrobas de sal gruesa, dos cañones arponeros y provisiones para una larga campaña, llenaban la bodega hasta la cubierta corrida” (op. cit.).
El destino era la bahía Hoppner, en el extremo sudoeste de la isla de los Estados.  Allí, se instaló Piedra Buena y empezó la matanza, apaleando quinientos pingüinos diarios, luego de quitarles el pellejo se los introducía en un recipiente para hervirlos.
El emprendimiento marchaba según lo previsto hasta que se desató un violento temporal que desparramó el aceite y obligó a los marinos a retornar a bordo para asegurar el barco.
Pero, a pesar de toda la labor preventiva, el “Espora” sucumbió y los náufragos debieron improvisar mecanismos de subsistencia para poder sobrellevar el desamparo en que se encontraron.
Con los elementos rescatados pudieron planificar la construcción de un nuevo navío, que demandó la instalación de un precario astillero y la utilización de madera de los bosques próximos.
Finalmente, el once de mayo, tres meses después del naufragio, “el nuevo buque, con ayuda de la marea creciente, fue botado al agua y quedó balanceándose suavemente en la bahía a pocos pasos de la orilla (…) El cúter, construido a ojo, se probó muy bueno.  Había sido bautizado el “Luisito” en recuerdo del hijo del capitán Piedra Buena” (op. cit.).  
Emprendieron el retorno y el 27 de mayo el cúter arribó a Punta Arenas.

Autor : Bernardo Veksler
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