ste día, asume Balthasar de Cordes la comandancia de la nave “Fidelidad”, luego de la muerte del capitán Bockholt, ocurrida cinco días antes, afectado por un largo padecimiento de tisis. La elección del sucesor se realizó mediante el voto de toda la tripulación.
La primera decisión del nuevo jefe fue la distribución del pan “más abundantemente, de modo que cada uno tuviera media libra a diario”. El racionamiento se había impuesto debido a que “el pan que a diario se distribuía (…) no era consumido individualmente por todos, sino que con desprecio lo arrojaban a cestas y recipientes”. Entonces el comandante, “con el consenso de los demás oficiales, determinó que de ahí en más la comida se distribuyera más parcamente” (Sebalt de Weert – Willem Schouten. Descubrimiento del Cabo de Hornos).
Este navío era parte de la escuadra, que había partido de Ámsterdam, el 27 de junio del año anterior, compuesta por cinco barcos: “Esperanza”, “Caridad”, “Fe”, “Fidelidad” y “Alegre Mensaje”. Su misión era intentar llegar a las islas Molucas a través del estrecho de Magallanes.
La expedición había ingresado a la conexión interoceánica el 6 de abril y permaneció por la zona hasta el 23 de agosto. Allí, debió soportar el crudo invierno y “agobiados por ingentes fatigas perdieron más de cien hombres. En efecto, agitados por continuos tormentos, pasaban días enteros achicando y extendiendo velas, echando y levantando anclas, haciendo en fin innumerables trabajos. Las naves se chocaban unas con otras y eran empujadas a la costa por la furia del oleaje. Para volver a traerlas y afirmarlas se necesitaban labores hercúleas. Las lluvias, los vientos, el granizo y la nieve los golpeaban y los obligaban a ir a tierra (…) la mayor parte del pueblo se debilitaba por todas estas fatigas e incomodidades. Además padecían hambre terrible, pues estaban en un lugar helado”.
Unos días después de haber asumido como jefe, de Cordes experimentó un encuentro con siete canoas de los nativos, quienes al percibir un momento de duda de los holandeses “con grandes griterías intentaron atacar las chalupas. Cuando estuvieron cerca, el capitán mandó a los soldados a descargar sus mosquetes contra ellos. En un momento mataron a cuatro o cinco. Aterrorizados por ello, se apresuraron a volver a tierra y huyeron por cualquier parte” (op. cit.).
