El horizonte blanco predice un cerco de hielo en las Orcadas
El 10 de mayo de 1923

El horizonte blanco predice un cerco de hielo en las Orcadas

10/05/2017
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ste día, en el horizonte austral de las islas Orcadas del Sur se puede visualizar una gruesa línea blanca reflejada sobre el cielo, síntoma elocuente que se aproximaba desde la Antártida una enorme masa de hielo, que, al cabo de unas pocas semanas, establecería un cerco inexpugnable en derredor del archipiélago.
Juan Manuel Moneta estaba realizando apuntes en las planillas meteorológicas de la base, cuando ingresó Hugo Valentiner y lo invitó a salir para contemplar el fenómeno.
“-Verdaderamente, no puedo explicarme esa línea blanca del cielo.
-Es que esa línea blanca reflejada en las nubes denota hielo, pero hielo flotando en el mar; una gran extensión de “pack-ice”.
-Ahora comprendo. El color blanco de la nieve que cubre los trozos de hielo, se refleja sobre las nubes, por cuya causa cambian de coloración (…) ¿Y ese hielo rodeará totalmente el archipiélago de las Orcadas?
-Completamente. Quedaremos bloqueados por “pack-ice” hasta que el aumento de la temperatura, en la primavera, comience a romperlo y los vientos lo arrastren a los mares del nordeste, en donde su existencia terminará licuándose.
Ya tenía ante mi vista, reflejando su claridad en nuestro cielo permanentemente encapotado, las primeras avanzadas que nos enviaban los mares que circundan el gran continente antártico” (Juan Manuel Moneta. Cuatro años en las Orcadas del Sur).
La dotación de la base estaba compuesta por Hugo Valentiner, dinamarqués; Ernesto Bruhns, alemán; R. Plagge, alemán; Otto Zeiger, alemán; y Juan Manuel Moneta, argentino. Para entonces, estos hombres vivían en condiciones de extremo aislamiento, dado que recién en 1927 se puso en funcionamiento el primer servicio radiotelegráfico.
 El blanco horizonte anticipaba que el crudo invierno se aproximaba inexorablemente. Los hombres de la base antártica ya sabían lo que les esperaba en su futuro inmediato. La soledad, que exige de los seres que la comparten en condiciones tan extremas la máxima ofrenda de solidaridad y compañerismo.
“El viento helado a veinte grados bajo cero me cortaba la cara, mientras meditaba sobre aquella mole de hielo que poco a poco, implacablemente, nos aprisionaría entre estas rocas mudas y sin vida, sobre las que nos mantendría aislados del mundo y a las que no podría llegar ninguna mano humana para prestarnos ayuda o socorro, si en alguna oportunidad lo necesitáramos” (op. cit.).

Autor : Bernardo Veksler
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