Un preso muere de once puñaladas en una disputa por alcohol
El 3 de julio de 1897

Un preso muere de once puñaladas en una disputa por alcohol

03/07/2017
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sta noche, en el presidio militar de San Juan de Salvamento, en la isla de los Estados, el preso Isidro Ramírez tiene “un altercado con el despensero cabo Carrozza por una ración de caña que éste no quería darle, aprovechando la oscuridad, y hallándose indefenso el cabo, lo mató infiriéndole once puñaladas” (Roberto J. Payró. La Australia argentina).
El hecho no sorprendió por el prontuario y la caracterización de Ramírez: “Hombre sano y robusto, muy blanco y hasta casi simpático si no fuera por su mirada aviesa y torva, es sin duda el criminal más perverso de todos aquellos presidiarios, entre los que hay de alma atravesada, como vulgarmente se dice”.
Su historia delictiva comenzó con una muerte que lo llevó a la cárcel. Como una práctica habitual de la época, “fue sacado de ella para engancharlo” como soldado del Regimiento 3 de Infantería. “No tardó en desertar de las filas, pero fue perseguido, se le dio alcance, y al capturarlo mató a uno de sus compañeros de cuerpo. Llevado ante el consejo de guerra, éste, en vista de la reincidencia con circunstancias agravantes según la ley militar, lo condenó a presidio por tiempo indeterminado”.
En esos años, el presidio militar contaba con menos de  medio centenar de reclusos, “son todos soldados o clases de los cuerpos de línea, excepción hecha de un capitán de guardias nacionales”. Entre ellos hay dieciocho homicidas y se destacan:
“Pedro Carrasco, soldado del 2° de caballería, hallándose en estado de embriaguez, fue provocado por un dragoneante, a quien hirió causándole la muerte”.
“Anfiloquio Pérez, cabo del 2° de caballería, habiendo sorprendido in fraganti delito de adulterio a su mujer y un sargento, mató a éste.
“Pedro Royal, cabo del 30 de infantería, mató a un cabo hallándose ebrio”.
En ese listado de reclusos, hubo dos que merecieron curiosas calificaciones del autor de la descripción: “Marcelino Monteiro, marinero, condenado a diez años de presidio, es lo que puede llamarse una bestia humana. Dominado por un vicio contra natura, mató a un compañero que dormía por considerarlo rival en la amistad inconfesable con otro hombre. A esta especie de degenerados pertenece también Eduardo Aparicio, condenado a diez años por un asesinato alevoso, y que antes había ocasionado ya otra muerte. Tiene fama en el presidio por su corrupción altamente abyecta” (op. cit.).

Autor : Bernardo Veksler
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