Boungaville describe las canoas de los nativos fueguinos
El 26 de enero de 1768

Boungaville describe las canoas de los nativos fueguinos

26/01/2018
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ste día, la expedición encabezada por el navegante francés Louis Antoine de Boungaville, que se proponía circunnavegar el planeta, divisa el océano Pacífico, luego de haber utilizado 52 días para navegar por el estrecho. Durante ese tiempo, realizó exploraciones, perfeccionó las cartas náuticas y tomó contacto con los nativos de ambas costas del estrecho. Así, en la bahía Francesa, en el cabo Upright y en la isla Rupert describió en su diario de viaje las embarcaciones utilizadas por los nativos fueguinos. Se trataba de canoas construidas de cortezas de árboles, de 4,50 metros de largo, 1 de ancho y 1 de profundidad. Señalando que en ocasiones una piel de lobo marino era colocada en una especie de mástil y utilizada como una precaria vela.
Los europeos manifestaron su asombro por la delgadez de las paredes de la canoa, de apenas dos centímetros, con los cuales hacían frente a los temibles oleajes de los mares australes.
La admiración se potenciaba al interiorizarse de la técnica que usaban para desprender la corteza de los árboles: “no tienen otro instrumento que el de piedra con el cual hacen dos incisiones circulares y una vertical que se une a las otras dos. Con mucha habilidad, desprenden la corteza de una sola vez, llegando a veces hasta un largo de 32 pies (9,75 metros) (…) Para aplanar el rollo de corteza, cargan sus extremos con piedras y lo dejan así durante 3 ó 4 días. En seguida se juntan, casi perpendicularmente a la base, las dos piezas laterales por costuras que envuelven a un calafateo de hierbas y barro. Para dar resistencia y rigidez al conjunto, se colocan en el interior varillas en forma de arco, bien apretadas las unas contra las otras, mientras dos pértigas forman la borda superior y unos travesaños mantienen su separación. El conjunto es mantenido por costuras, probablemente con una liana llamada voqui. El interior de la canoa es revestido en seguida con tiras de corteza de un pie de ancho, ablandadas al fuego para poder calzar perfectamente con las curvas, lo que forma una especie de piso interrumpido en el medio por un resumideros, destinado a colectar el agua” (Relato de la expedición de la Santa María de la Cabeza (1788-89), citado por Joseph Emperaire en “Los Nómades del Mar”).
Muchas de estas canoas solían transportar hasta 9 ó 10 personas. Por lo general, eran las mujeres las que remaban.

Autor : Bernardo Veksler
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