ste día, el gobierno presidido por Carlos Pellegrini otorga la concesión de 80 mil hectáreas a Julio Popper, en el norte de la isla Grande de Tierra del Fuego.
El rumano había logrado, gracias a sus contactos con autoridades del gobierno nacional, que se le otorgaran títulos de propiedad sobre esas tierras. Para entonces, era el segundo terrateniente de la parte argentina de Tierra del Fuego, aunque ya se habían instalado enormes estancias del lado chileno, que auguraban su expansión más allá de los límites.
La muerte de Popper, en 1893, dejó inconclusos sus megaproyectos y paralizó las actividades del establecimiento de El Páramo.
Popper “muere solo en forma muy misteriosa. Tanto es así que lo encuentra su mejor amigo (…) Julio Belfort. El certificado de defunción dice que murió por una infección cardiovascular. Tantas eran las dudas que tenían sus amigos, que se le aplicaron tres autopsias”. Finalmente, la prioridad mayor pasó a ser todo lo atinente “con las minas de oro que estaban en Tierra del Fuego”, lo que “hizo que rápidamente se extendiera el certificado definitivo y cesara toda esta discusión y fuera enterrado en el cementerio de La Recoleta con todos los honores” (Entrevista al historiador David Guevara en Red 23, 27/6/2016).
Belfort tramitó el certificado de defunción oficial para iniciar la sucesión y concluyó “con el remate de sus 18 minas de oro en Tierra del Fuego y las 80 mil hectáreas que también serán rápidamente rematadas”. La viuda fijó un precio base muy bajo y fueron compradas por un “palo blanco” o testaferro de apellido Fernández.
En 1897, el asturiano José Menéndez compra las tierras. En la escritura se consigna como vendedor a Juan N. Fernández, quien dos años antes se había hecho titular de la enorme superficie al comprar en la subasta los derechos de la heredera, la esposa de Popper. La extensión involucrada sumaba 80 mil hectáreas, 20 mil sobre la bahía de San Sebastián y otras más al sur.
A partir de estas adquisiciones surgieron las estancias “Primera Argentina” y “Segunda Argentina”. La acumulación de tierras de Menéndez en la parte argentina de la isla alcanzó, en 1909, a 157.500 hectáreas.
Con la muerte del asturiano en 1918, los sucesivos herederos fueron fraccionando esos territorios y surgieron nuevas estancias, entre ellas “José Menéndez” y “María Behety”.
