ste día, mientras los ocupantes del Fuerte San José, en la península de Valdés, estaban participando de una misa, con motivo de la conmemoración de San Cayetano, un malón capitaneado por los caciques Colchegan, Cossuna, Tanana, Zenchil y Salu atacan al establecimiento. “El resultado fue: quince muertos y diecinueve cautivos, de los cuales más tarde pudieron escapar cinco. El fuerte fue saqueado y quemado por los aborígenes. Al día siguiente mataron a todos los que custodiaban las Fuentes de Villarino”, que era el único sitio de la península donde existía agua potable (Stella Maris Dodd. Tehuelches y galeses hermanos en el desierto).
Lograron huir Juan Coca, Francisco Rodríguez, Juan Centeno, Casimiro Nivacos y Juan Albornoz, quienes se dirigieron a Carmen de Patagones y desde allí, enviaron un informe a Buenos Aires. “Lo recibió Cornelio Saavedra, quien ya presidía la Primera Junta de Gobierno Patrio”.
La tragedia hubiera podido ser evitada, ya que el flamante gobierno criollo, enterado de la desprotección del fuerte ante los ataques de los nativos, había firmado una resolución que establecía “el traslado del Fuerte San José con todos sus bienes, al de Carmen de Patagones”, casi simultáneamente al sangriento ataque.
El motivo de la belicosidad de los nativos se había originado unos meses antes, cuando Antonio de Aragón, comandante del Fuerte del Carmen, “había comprado una india guaycurú a unos tehuelches que la tenían cautiva. Luego cuando estos se percataron del entusiasmo que el español tenía por la aborigen, volvieron una y otra vez pidiéndole en cada oportunidad más dinero. Cansado el comandante de pagarles, mandó a que los echaran a palos para que no lo extorsionaran más”.
Así fue que ese desaire provocó resentimiento y odio entre los nativos, quienes prepararon una ofensiva para descargar su venganza sobre el eslabón más débil de los establecimientos españoles. Unos meses antes, se “habían robado unas seis mil u ocho mil cabezas de ganado y pertenencias de los pobladores”.
El Fuerte San José se había instalado el 7 de enero de 1779. La expedición comandada por Juan de la Piedra y Basilio Villarino llegó con los elementos necesarios para su construcción, para concretar la misión ordenada por el rey Carlos III y su ministro de Indias José de Gálvez, de establecer fortificaciones en la costa patagónica.
