ste día, sale a la calle “Patoruzú”, el personaje creado por Dante Quinterno que describía las andanzas de un cacique tehuelche. Sus primeras apariciones fueron como personaje secundario de tiras cómicas que tuvieron una corta vida. Pero luego alcanzó vuelo propio, hasta convertirse en una de las historietas argentinas más importantes y de mayor difusión popular.
Quinterno dibujó sus historias durante casi cuarenta años y fueron reimpresas en numerosas ocasiones. Desde mediados “del siglo XX se transformó en uno de los íconos de la cultura popular argentina. Fue asimismo uno de los antecedentes de los superhéroes creados a fines de los años 30…” (Wikipedia).
El perfil de Patoruzú “comenzó como un personaje humilde, taciturno e ignorante, a cargo de un tutor porteño”. El autor destacó la “diferencia de actitudes entre el malicioso tutor, que daría más tarde lugar a otro personaje duradero, Isidoro Cañones, y el bondadoso e ingenuo aprendiz tehuelche”. Quinterno retocaría posteriormente la historia, transformando a Patoruzú en un benévolo estanciero que contrastaba con la avaricia de los malvados, como eje predominante de las historias.
Para entonces se había instalado en la sociedad argentina un criterio segregacionista de los pueblos originarios. La “Campaña del Desierto” había impuesto el concepto que los nativos eran ciudadanos de segunda categoría y ni siquiera eran considerados en los censos nacionales como pobladores del país.
Quinterno reflejaba esa conciencia promedio de la sociedad argentina, influenciada por la ideología de la oligarquía. Contradictoriamente, Patoruzú expresaba un nacionalismo a ultranza, que no contemplaba las consecuencias del genocidio sufrido por su pueblo. Algunos personajes reflejaban mensajes racistas, vehiculizados a través de voceros extranjeros. Estos contenidos suscitaron muchas críticas. Se cuestionó “la simpleza de su trama, y el recurso estereotipado de la fuerza y el dinero como solución a los problemas”. También, se lo ha visto “próximo a los ideales de los gobiernos militares”, como sus ambiguos elogios al golpe de José Félix Uriburu contra Hipólito Yrigoyen y cuando la última dictadura argentina lo tomó como mascota patria.
“En los últimos años, sin embargo, se ha revisto con buenos ojos su influencia sobre la historieta nacional, y la elegante simplicidad de su dibujo” (op.cit.).
