l salesiano Juan Zenone se sorprende al llegar a la estancia Viamonte, “al ser recibido con un partido de fútbol nativo” y ver que el trabajo rural “era realizado enteramente por los Ona”, a los que “pagábamos exactamente lo mismo que ganaban los blancos empleados en tareas similares en todo el país” (E. Lucas Bridges. Citado por Joaquín Bascopé Julio. Emergencia de una sociedad original en El último confín de la Tierra).
“Por entonces Viamonte contaba alrededor de quince mil ovejas, “dando empleo permanente a no menos de treinta onas” y a veces “hasta sesenta, trabajando como ovejeros, esquiladores o alambradores” (...) Mientras las estancias colonas demandaban mano de obra migrante –tras haber exterminado a sus eventuales obreros–, en Viamonte”, Bridges demostraba sus aptitudes para adaptarse como peones.
La actividad se concentraba en el verano donde “todos trabajábamos dieciséis horas diarias”. Lucas sabía que “los Ona no eran aptos para el trabajo monótono” pero en la estancia abundaron tareas (…) Así, “muchos se convirtieron, sino en artistas, en excelentes trabajadores con el hacha” y más tarde algunos jóvenes fueron contratados domando potros o alambrando, “cada vez con menos supervisión”. Entre los mayores, algunos cazaban el guanaco joven, “bien pagado por los peleteros”. Cazadores reputados como Halimink o Ishton, ahora “tenían ocupación permanente como ovejeros” y “si querían tomarse unas cortas vacaciones, nos avisaban con tiempo y hasta nos recomendaban a algunos de sus compañeros para el reemplazo”. Si el historiador salesieano J. E. Belza, afirmó “que hubo que recorrer varias fases para transformar el nomadismo en colonización”, la empresa nativa de Bridges demostró lo contrario”.
“En esas fechas, la misión salesiana de Río Grande se vaciaba por las enfermedades propagadas por la vida comunitaria (…) El fracaso de la comunidad misionera permitió una nueva relación con Bridges quien (…) accedió a la solicitud bautismal de Zenone (…) Observó, sin embargo, lo absurdo de sus rezos en latín que no indicaban sino el abismo cultural entre un nativo como él y un misionero “esclavo, guiado por la urgencia de servir a la Iglesia”. En realidad, le importaba la formación de los hijos de sus empleados y con este ánimo aceptó, bajo ciertas condiciones, la propuesta de instalar una escuela y una capilla en Viamonte” (op.cit.).
