ste día, el médico Luis Marouiller, vasco francés, es asesinado en momentos que recorría sus prósperas plantaciones, “como solía hacer a la hora en que el sol se esconde, alguien se emboscó entre las vides y lo asesinó con dos disparos de cartuchos de escopeta que le perforaron el pecho con más de cien perdigones de plomo. En la oscuridad su cuerpo no pudo ser hallado hasta el amanecer del día siguiente, con el desconsuelo de su esposa, sus hijas y sus empleados”. Este suceso fue relatado al escritor Roberto Arlt como ejemplo del mal funcionamiento judicial, cuando pernoctó en Patagones, en un alto de su recorrida por la región (Carlos Espinosa. Roberto Arlt en la Patagonia).
“Nadie podía explicarse lo ocurrido, a Marouiller no se le conocían enemigos y estaba claro que su asesinato no tenía intención de robo, porque lo habían esperado sólo para matarlo (…) el arma homicida era una escopeta Lupara, de poder mortífero irremediable porque los perdigones se abren en abanico apenas salen de la boca del cañón (…) la usan los mafiosos para sus crímenes rápidos, porque a corta distancia nadie se salva y, también, porque su tamaño reducido permite esconderla fácilmente, debajo de un sobretodo o en el interior de un portafolios”.
La investigación no avanzó. Detuvieron a un policía, que esa noche caminaba borracho por un camino cercano. Pero, se presentaron quienes atestiguaron que el sospechoso “no se había movido de al lado de la damajuana” desde el atardecer.
Pasaban “las semanas y el caso no se esclarecía y llovían las críticas sobre el comisario”. Entonces llegó un “experto en huellas, dijo encontrar un rastro y por medio del campo llegaron a la casita de Domingo Farinelli, un puestero amansador de caballos, un tipo que ni sé si alguna vez tiró un tiro. Inventaron todo un expediente, pero nunca hubo pruebas ni tampoco se estableció el móvil del crimen”. Resultó ser el acusado ideal para resolver la causa y fue condenado a 25 años de prisión, sin que jueces y fiscales reaccionen ante las escasas pruebas en su contra.
Sobre las razones del crimen, habían circulado versiones que indicaban que “Marouiller guardaba algún dinero mal habido, que le habían dejado unos ladrones de guante blanco, y que cómo se lo había gastado en las instalaciones de su quinta lo mandaron a matar por venganza, y que esa gente era de la mafia” (op.cit.).
