ste día, el fotógrafo norteamericano Thomas Joshua Cooper llega a Prime Head, el punto más septentrional de la Antártida continental, con el propósito de capturar imágenes de ese recóndito lugar.
Cooper escribe en su cuaderno de viaje, que su incursión antártica le permitió también cartografiar nuevos emplazamientos que serían incluidos en las cartas de navegación. Lo “que motiva a Cooper a emprender el viaje no es descubrir lugares desconocidos sino dar testimonio de su deseo de geografías (…) lejos de tomar fotografías de modo instantáneo, sus imágenes son construcciones que, tras un largo y complicado proceso técnico, fijan con extraordinario rigor reflexivo y formal las ideas y sensaciones que ha experimentado durante su contemplación del paisaje” (El Periódico de Aragón, 21/10/2010).
Contemplar el paisaje era su actividad principal desde 1969. “Entre el 2007 y el 2008, Cooper realizó en solitario expediciones del Polo Norte al Polo Sur (...) Cargado con su pesada cámara de placas Agfa 5 x 7, de 1898, Cooper elige un lugar para crear una única fotografía”.
Con esa técnica, “el mar, las rocas, el hielo, las nubes o la niebla aparecen como son en estas imágenes desnudas del sobrecogedor paisaje polar. Las largas exposiciones imponen una extraña calma visual que amortigua el choque violento del mar contra las rocas, pero no aleja la amenaza de sus efectos devastadores”.
Su exploración de esos lugares ignotos, lo obligan a mirar un espacio sin hombres. Su fascinación por los territorios extremos tiene una cierta “eficacia terapéutica porque permite curar las heridas causadas por el contacto continuo de lo humano, y espiritual pues invita a confrontarnos con un territorio de la necesidad que no ha sido colonizado ni por los interrogantes de la ciencia ni por las respuestas de la religión. Un lugar donde la experiencia física y emocional en el paisaje nos descubre un modo diferente de comprender la realidad que permite ver las cosas como son; de acuerdo con la doctrina zen, tan próxima a Cooper, cuya actitud vital y comportamiento artístico participan asimismo de la aventura de los primeros grandes fotógrafos exploradores norteamericanos”.
“Desde el blanco de pureza hiriente hasta el negro más tenebroso, la luz deslumbrante del claroscuro ilumina, desde la situación más precaria, los límites de nuestra percepción” (op.cit.).
