Se suicida ‘el Ermitaño’, el buscador de oro de cabo Vírgenes
EL 12 DE MAYO DE 1992

Se suicida ‘el Ermitaño’, el buscador de oro de cabo Vírgenes

12/05/2020
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ste día, a los 75 años de edad, se suicida de un escopetazo Conrado Anselborn,  conocido como ‘el Ermitaño’. Un entrerriano que  vivió largos años buscando oro en las playas de cabo Vírgenes.    
Desde niño se fue haciendo diestro en el trabajo rural, acorde con las tradiciones de sus ancestros rusos. Fue descripto como de talla mediana y fuerte contextura, excelente domador y hábil en el manejo del cuchillo. Muy tenaz en el trabajo pero tan solitario como irascible.
Al ser exceptuado por sorteo del servicio militar, solicitó ser incorporado con destino en Ushuaia, su lugar soñado. En el viaje se enteró que debía quedarse en Río Gallegos. A pesar de su sintonía con la vida militar, al vencer el contrato, pidió la baja.
Luego, se enroló como gendarme de frontera, cerca de Río Turbio. “Estaba decidido a que en su zona, no avanzarían los chilenos (ni los cuatreros), y caminaba despacio al tranco de su tordillo sin importarle el frío, ni el viento, seguro de sí mismo” (Hugo Martinez Viademonte. Conrado).
En un bar de Río Turbio, siendo personal de seguridad, “la mezcla explosiva de Conrado y el vino, una broma contumaz sobre su parquedad”  y un chileno fue víctima de su puñalada.
Ese crimen lo colocó en Ushuaia, en el Presidio. Poco después consiguió la libertad. Luego, ingresó “en un destacamento de Vialidad Nacional”, con la misión de “cazar, en lo posible vacas cimarronas, para alimentar a los trabajadores”. Pero otro chileno se le cruzó fatalmente en su camino.
Un malevo lo provocó en un asado. Cuando advirtió el enojo de Anselborn le dijo: “A los que se enojan yo los tranquilizó así”, y con su rebenque le dio un fuerte golpe en la cara”.
La respuesta no se hizo esperar y,  antes que el chileno descargara “su segundo golpe, el cuchillo (…) trazó la línea directa a la carótida en su primera entrada, y una segunda al bajo vientre en corte descendente”. Ya no se levantó.
Anselborn se presentó ante el  “Subcomisario Instructor Don José Cabezas” y nuevamente fue alojado en el Presidio. Debió esperar siete meses hasta que le llegó la absolución.
Saltó de una ocupación a otra hasta afincarse cerca del faro de cabo Vírgenes. Vivió de la pesca, trampeando zorros y buscando oro. Una pensión provincial le permitió capear los últimos años, rodeado de revistas con notas que le habían hecho distintos medios del mundo, hasta que decidió que ya estaba harto de tanta soledad.

Autor : Bernardo Veksler
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