ste día, la South American Missionary Society eleva una nota de protesta a la delegación chilena en París por la exhibición de nativos fueguinos en París y en Londres, en el Royal Westminster Aquarium.
Los anglicanos se pronunciaron enérgicamente “contra esa repulsiva exposición”, al denunciar “que los sujetos habían sido esclavizados, que eran mantenidos intencionalmente en total abandono para que tuvieran la apariencia de ‘salvajes’ y que se les lanzaba carne cruda de caballo a ciertas horas para dar la apariencia de feroces caníbales” (Norma Sosa. Fueguinos en la Torre Eiffel. Revista Todo es Historia N° 524).
La respuesta del representante chileno “pareció destinada a distraer y perder tiempo; aseguró que por razones ‘humanitarias’ y en razón a los ‘derechos violentados de las personas exhibidas’ tomaría cartas en el asunto. Pero señalaba como primer objetivo a cumplir la identificación del lugar exacto de donde eran originarios, para así asegurar una ‘intervención oficial’ del gobierno chileno. Lentamente el cónsul chileno en Londres (…) inició las averiguaciones respecto al origen territorial de los indígenas y la forma en que salieron de la Tierra del Fuego”.
El promotor de la exhibición fue Maurice Maître, quien había secuestrado a los nativos en Tierra del Fuego y trasladado a Europa. Ante la polémica que se generó en Francia, Maître argumentó en su defensa “que sólo lo movía el interés comercial” y provocó “su perdición ante la opinión pública”.
También el salesiano José María Beauvoir intervino en el caso. “Consciente de que cualquier acción directa podía perjudicar aún más la situación de los prisioneros, Beauvoir informó reservadamente al ministro plenipotenciario de Chile en Francia quien protestó, pidió la liberación y entrega inmediata de los prisioneros y un castigo ejemplar para Maître. Pero cuando ambos regresaron a la carpa (donde estaban alojados los fueguinos) descubrieron que Maître había sido alertado y logró huir con el grupo dejando la jaula vacía”. El destino siguiente fue Londres.
Allí Maître reformuló sus argumentos, “adujo que los selk´nam eran sus socios, tomados ‘por propio consentimiento’ con la autorización verbal de Lautaro Navarro, gobernador de Punta Arenas, para embarcarlos” (op.cit.).
Cuando el clima se le hizo hostil, Maître decidió marcharse con los fueguinos hacia Bruselas, para seguir lucrando con ellos.
