ste día, el sitio web del Colegio de Arquitectos de Tierra del Fuego publica el texto ‘La Ushuaia de Ayer’, de Enrique S. Inda, con testimonios de los primeros viajeros que llegaron a la capital fueguina.
El primero fue el testimonio del inspector escolar Raúl V. Díaz, quien en un informe de 1895 dejó su impresión: “Dieciséis casas de madera, sin ninguna comodidad, forman calles visibles debido a la distancia que media entre ellas; cinco almacenes de escasa importancia; una escuela con pocos niños, (…) un aserradero a vapor, (…) una hermosa bahía que muy rara vez frecuentan los barcos; una misión anglicana al frente, y por fin, ochenta habitantes que viven a 600 leguas de Buenos Aires, bostezando aislados; he ahí la capital del territorio”.
El año siguiente, quien visitó al villorrio fue el sueco Otto Nordenskjöld: "es un conjunto irregular de barracas. Las más hermosas son las casas de gobierno, edificio grande, pintado de rojo, franqueado por grandes alas y la habitación del gobernador, una casita blanca de una sola planta, de pobre apariencia, pero amueblada con un lujo y una elegancia extraordinaria para esas latitudes. Todas las demás casas son de madera, recubiertas por chapas de cinc, muchas precedidas por cuidados jardincitos".
A fines de 1904, José Otto Maveroff, oficial de la corbeta Uruguay, retrató su aproximación: "Mientras (…) se acercaba a la población, ya empezaban a verse los edificios principales, todos construidos en madera de la localidad".
En 1921, el coronel José E. Rodríguez así la describió:"está asentada sobre un campo ondulado de dehesas verdes y crece hasta alturas agrestes. Las casas de la población, de zinc y de madera, se agrupan en torno a la casa de gobierno como buscando amparo oficial".
Poco después, Rafael López Cambill, capitán del transporte Río Negro, expresó: "se distinguían algunos edificios (…) la casa de la gobernación, la iglesia parroquial, el Banco Nación, casa del gobernador y bar El Tropezón".
Luego, aportó la novedad: "vimos por primera vez que (…) pasaba ya frente al muelle, camino del presidio, un trencito (…) tiraba con gran trabajo de seis vagonetas (...) se distinguían cabizbajos, los penados, con sus característicos trajes a franjas horizontales, negras y amarillas, birrete de igual color... Avanzaba el tren a marcha lenta frente al poblado, lanzando al aire intermitentes pitadas" (op.cit).
