ste día, en la Base Esperanza, nace un cachorro de la raza Siberian Husky, que se convertirá en un personaje destacado de la dotación antártica argentina. Sus andanzas inspiraron a Emilio Urruty a escribir el libro “Poncho. La legendaria vida de un perro polar argentino”.
Los cachorros empiezan tempranamente a mostrar sus condiciones y sus encargados los observan para detectar su comportamiento grupal, cuando aparece alguno que marcha adelante, posiblemente sea un líder. Ese fue el caso de Poncho, que ya a los seis meses, comenzó a tirar de trineos sobre la superficie helada.
La primera vez que lo ataron como guía intentó volverse, pero después de tres intentos se hizo cargo de la jauría y nunca más dejó el puesto. A la semana ya entendía perfectamente las voces de mando.
Durante 1963, realizó varias salidas sobre el mar congelado y el continente. En este tipo de expediciones un trineo lleva unos cuatrocientos kilos y es tirado por nueve animales.
A fines del año siguiente, intervino en la Primera Expedición Terrestre Argentina al Polo Sur. Para ello, en diciembre fue embarcado en el rompehielos General San Martín rumbo a la base General Belgrano I, la más austral de Argentina.
Poncho descendía de perros nórdicos, acostumbrados a sobrevivir en el hostil ambiente polar. La cruza dio lugar a una nueva casta de perros de trabajo. Eran animales robustos, resistentes, dóciles e inteligentes. La raza fue conocida como “Perro Polar Argentino”.
En abril de 1994, una convención dispuso la erradicación de los perros del continente antártico, por sus efectos contaminantes.
Alejados de su hábitat, sólo en algunos rincones de la Patagonia se mantuvieron. En Ushuaia, se alojaron unos pocos descendientes de aquellos animales formidables, que todavía tiran de trineos a través de los valles nevados.
Después de haber participado en las más notables expediciones como guía de trineo, de haber recorrido miles de kilómetros en las más difíciles condiciones de terreno y clima; tras haber salvado varias vidas en rescates temerarios, y haber sobrevivido a las traicioneras grietas glaciales, Poncho fue recompensado con una apacible vida en el jardín del desaparecido hotel Antártida de la capital fueguina, donde vivió hasta 1978, cuando murió a los 18 años de edad.
