Un médico ruso antártico se opera a sí mismo de apendicitis
El 12 de abril de 1961

Un médico ruso antártico se opera a sí mismo de apendicitis

12/04/2024
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lrededor de esta fecha, el médico ruso Leonid Rogozov se diagnostica apendicitis aguda y, en medio del aislamiento de la Antártica, decide operarse a sí mismo para sobrevivir.

A sus 27 años, estaba alojado en una nueva base soviética en el continente blanco. Los doce hombres que convivían en el edificio desde marzo estaban aislados del mundo por el invierno polar.

Unas semanas después, comenzó a percibir los síntomas. “Sabía que, si iba a sobrevivir, tenía que someterse a una operación”, narró el British Medical Journal. Pero “el transporte era imposible, los vuelos estaban fuera de discusión a causa de las tormentas de nieve, y había un problema más: él era el único médico en la base”.

Sus pensamientos del momento los registró en su diario: “No dormí en toda la noche. ¡Me duele como el diablo! Todavía no hay síntomas evidentes de que la perforación es inminente (…) Tengo que pensar sobre la única solución posible: operarme a mí mismo. Es casi imposible, pero no puedo cruzarme de brazos y darme por vencido”.        
Trabajó durante una hora y 45 minutos. Los hombres que había elegido como asistentes lo notaron “tranquilo y centrado”.

“He trabajado sin guantes –apuntó en su diario–. Era difícil ver. El espejo era una ayuda, pero también dificultaba, después de todo, mostraba las cosas al revés. Trabajé principalmente a través del tacto. El sangrado era bastante, pero me tomé mi tiempo, traté de trabajar con seguridad. Al abrir el peritoneo, lesioné el intestino y tuve que coser. De repente se cruzó por mi mente que había más lesiones y no las había notado... Me sentí cada vez más débil, mi cabeza comenzó a girar. Cada 4–5 minutos descansaba por 20–25 segundos. Por último, ahí estaba, ¡el maldito apéndice! Con horror me di cuenta de la mancha oscura en su base. Eso significaba que sólo un día más y habría estallado… En el peor momento de la extirpación del apéndice, mi corazón se paralizó y se desaceleró notablemente; mis manos se sentían como de goma. Bueno, pensé que iba a terminar mal. Y todo lo que quedaba era la extirpación del apéndice. Entonces me di cuenta de que, básicamente, ya estaba salvado”.

Dos semanas después, Rogozov estaba de vuelta trabajando como si nada hubiese ocurrido. Pudo sobrevivir y regresó a San Petersburgo, donde falleció en 2000, a los 66 años.      

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