Cinco libros para conocer a los pueblos nativos de nuestra provincia
Perspectiva histórica

Cinco libros para conocer a los pueblos nativos de nuestra provincia

29/01/2019
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ntre la amplia bibliografía que ocupa las librerías fueguinas con estudios sobre quienes habitaron la isla antes de la llegada del hombre blanco, una selección de cinco obras imprescindibles.

Archipiélago Tierra del Fuego, de Ricardo Rojas

Ricardo Rojas fue un escritor y periodista, nacido en 1882, rector de la Universidad de Buenos Aires y militante de la Unión Cívica Radical. Con el golpe de Uriburu, en 1930, Rojas fue perseguido y exiliado en Ushuaia hacia 1934. Contrariamente a lo que puede creer quien haya visitado distraídamente el Museo del Presidio, Rojas no estuvo preso en la cárcel, sino que vivió en una minúscula casa de madera, hoy conocida como la Biblioteca Popular Sarmiento.
Si bien no estaba encerrado en una celda, todos los días debía presentar su firma para acreditar que no había salido de la isla. Así, para pasar el tiempo y atendiendo a su curiosidad intelectual, decidió estudiar los orígenes de Tierra del Fuego: sus culturas nativas, geografía, historia, así como también la vida carcelaria y las huellas que en ese entonces quedaban del pasado aborigen y misionero.
Con regularidad escribía artículos breves que versaban sobre las creencias religiosas de los onas y de los yaganes, su legado, sus prácticas; la llegada del hombre blanco y cómo la “civilización” exterminó dos culturas milenarias de una riqueza incalculable. Todos los artículos escritos en esos cinco meses fueron compilados bajo el nombre de Archipiélago, con varias ediciones y reeditado en 2014 por la editorial Süd Pol.

El último confín de la tierra, de Lucas Bridges

Escrito en 1948, es un clásico entre las letras fueguinas. El autor, que pertenece a la familia pionera de europeos en la Isla, es considerado el “tercer nativo blanco” de Ushuaia. Nacido y criado en la Isla, creció junto a los habitantes nativos y conoció como pocos su lengua y costumbres. En su obra narra, de forma novelada, el choque entre las civilizaciones anglosajona, yagán y selknam, enhebrando con sus experiencias la historia familiar, que se remite a los asentamientos intermitentes de Thomas, su padre, en la zona desde 1871. La obra se publicó en inglés un año antes de la muerte del autor.

Fin de un mundo, de Anne Chapman

La autora fue una antropóloga franco-estadounidense reconocida por sus estudios sobre los pueblos nativos de Tierra del Fuego. Viajó a la isla en 1964 y conoció a Lola Kiepja y Ángela Loij, últimas descendientes del pueblo Selknam. A partir de entonces, su interés creció y escribió numerosas obras y artículos referidos al estudio de los pueblos Selk’nam y Yagán.  
“Fin de un mundo” es el resultado de los numerosos encuentros entre Chapman y Lola Kiepja, chamán Selk`nam. Ambas mujeres vivieron juntas durante varias semanas, en las que Chapman registró con grabador la voz de Lola entonando cantos Selk’nam y relatando las historias de su pueblo, sus ceremonias y costumbres.
La narración cuenta también con fotografías tomadas por la autora y por el antropólogo alemán Martin Gusinde.

Fotografías, de Martín Gusinde

Gusinde fue un sacerdote y etnólogo polaco conocido por sus trabajos antropológicos sobre las poblaciones nativas fueguinas. Manifestaba un auténtico interés en el mundo espiritual de los pueblos aborígenes; habitualmente es referido y consultado por ser uno de los pocos investigadores que tuvo acceso directo a los rituales de iniciación de los pueblos selk’nam y yámanas. En el fondo, su búsqueda estaba orientada a encontrar y estudiar los pueblos más cercanos al “salvajismo”, con el fin de identificar en ellos el germen de la fe en una fuerza espiritual suprema que, en última instancia, daría origen a la fe cristiana.

La vida material y social de los yámana, de Luis Abel Orquera y Ernesto Luis Piana

Los autores son codirectores del Proyecto Arqueológico Canal Beagle y llevan estudiando al pueblo yagán desde 1975.
El libro aborda diversas aristas de la vida yámana basándose en numerosos estudios anteriores y cotejando versiones, tanto de aspectos corporales como medios de subsistencia, embarcaciones y herramientas tecnológicas del pueblo que habitaba las costas de Wulaia. El nivel de detalle de las descripciones es digno de destacar, así como también la contraposición de versiones sobre un mismo punto: por ejemplo, se cita y dialoga con las fuentes que indican que el pueblo yámana se alimentaba de restos de animales putrefactos, y que a ello se debía buena parte de las abundantes muertes a corta edad, sobre todo de la mortalidad infantil. Con el mismo rigor se versa sobre la monogamia, sobre la asimetría de relaciones entre hombres y mujeres y sobre los procedimientos de caza y pesca, entre muchos otros tópicos.

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