or Pepe García
Esta IV Edición del Festival agregó a la calidad artística que desde el principio ha sido su sello, un nuevo logro, ya que un público nutrido y expectante pudo confirmar las infrecuentes virtudes anticipadas en la ejecución de un Concierto de Paganini, del joven Xavier Inchausti, violinista argentino, nacido en Bahía Blanca hace17 años. El Programa era una prueba de fuego que pocos se animan a afrontar: la ejecución, en una sola función, de los 24 Caprichos para violín solo del autor nombrado.
Para darle un desarrollo lógico a esta Nota, echemos primero una mirada sobre la vida de Nicolo Paganini. Nació en Génova en 1782 y falleció en Niza en 1840. A los 9 hizo su primera presentación pública como violinista; comenzaron las giras, pero debieron pasar algunos años para que se lo considerara un virtuoso. Corría el año 1801 cuando compuso el primero de los 24 Caprichos, serie que culminaría en 1807. Su forma de tocar fue sorprendiendo a los públicos de diferentes lugares; conoció a Lizt, quien no fue indiferente a su técnica prodigiosa, tanto que lo impulsó a desarrollar un correlato pianístico similar a lo hecho por Paganini en el violín componiendo algunas piezas, basado en esa influencia. Nuestro artista también compuso diversas obras, como los Conciertos con Orquesta y creaciones para guitarra. Su virtuosismo e innovaciones técnicas producían tal asombro que comenzó a divulgarse la idea que esas asombrosas facultades no eran naturales y obedecían a una suerte de pacto con el diablo: el artista estaba poseído. Parece ser que Paganini, además de no molestarse, alimentó esa creencia diabólica que servía a sus fines de espectacularidad, pues según se dice, lo provocador lo atraía.
Hay también que hacer referencia al significado y a la influencia que Paganini ejerció en la ejecución y composición de música. Tengamos en cuenta que la evolución de la ejecución violinística había llegado a su punto más alto con artistas como Corelli y Vivaldi, por ej. Pero llegó Paganini y todo cambió, de modo que en la historia del violín hay un antes y un después de este fenómeno. Lo dicho no solo se refiere a la revolución técnica, sino también a la sustancia musical; tanto es así que compositores de la talla de Brahms y Rachmaninof, escribieron, entusiasmados por algunas obras de Paganini, algunas celebradas creaciones.
Ya llegó el momento de prestarle atención a Xavier Inchausti. Este joven es un elegido; está dotado de ese especial don que llaman fuego sagrado. Sumémosle a ello estudio, trabajo, esforzada dedicación, una guía profesional competente, amor por la Música (especialmente por el violín) y tendremos como resultado un artista de los quilates de Xavier, que por su juventud seguramente alcanzará mayores alturas, aunque ya ha demostrado su valía, local e internacionalmente. La ejecución completa de los 24 caprichos ya nombrados, convirtieron a la función de marras un festival de violín. Paganini volcó allí todo lo que puede lograrse con el instrumento y logró combinar las mayores dificultades técnicas con pasajes melódicos cautivantes. No entraré en detalles, aunque guiándome por mi gusto, (discutible, ciertamente), resaltaré los nros. 5, 6, 13, 16 y 24; seguramente cada oyente preferirá otros. Me llamó la atención la aparente facilidad con que este portento se hizo cargo de cuanta dificultad se presentara y no mostró claudicaciones pese al desmesurado esfuerzo exigido. Ello obedece, creo, a su excelente preparación y al deleite que le provoca lo que está haciendo. Quitémonos (figuradamente) el sombrero ante tanto talento.
Dedicaré ahora, unas líneas a la función de sábado 12, que fue una Gala a Beneficio de la Asociación Síndrome de Down de Ushuaia, meritoria inactiva que merece entusiastas elogios.
La Filarmónica de Ushuaia dirigida por J. Uliarte interpretó la Obertura "Egmont" de Beethoven. Fue compuesta como música incidental inspirada en la tragedia del mismo nombre escrita por Goethe en 1787. Su tema dominante es la libertad, encarnada en las vivencias del Conde de Egmont un luchador que apresado por los españoles fue condenado a muerte. La historia es compleja y apasionante, pero lamentablemente no podemos desarrollarla aquí por motivos obvios. Seré breve: la ejecución de esta grandiosa Obertura fue, precisamente así, grandiosa.
Luego fue el turno del Concierto nº 2 en fa menor, op. 21 de F. Chopin (1810-1949). Si no estoy mal informado, esta obra se estrenó en 1829, antes que el Concierto nº 1, que lleva el op. 11 y que se conoció un año después; ello nos estaría indicando que la numeración es correcta, no obstante haberse hecho públicos en orden invertido. La solista fue Andrea Katz; la información habla de una trayectoria sobresaliente y efectivamente posee recursos notables, una técnica sin fisuras, un dominio notable del instrumento. Sin embargo, con mi limitada capacidad crítica, diré que Katz mostró un enfoque que no pareció el más acertado ya que tocó un tanto fuerte en casi toda la obra; esto fue más notorio en el Larguetto. Lo dicho privó a esta creación de la necesaria atmósfera intimista y la delicadeza que "pide" la obra. Tengo la impresión de que Katz temió que no se la oyera bien, conocedora de que la sala presenta una acústica que no es la ideal.
Fuera de programa, la intérprete nos hizo oír una creación de Lizt inspirada en el Soneto 104 de Tetrarca. Fue un homenaje a su entrañable maestro (también lo fue de Uliarte) Francisco Amicarelli quien tuvo un familiar con S. de Down. Un momento de alta emotividad que mostró una conmovedora sensibilidad por parte de esta artista. En ese clima ejecutó la obra nombrada de una manera digna de los mayores elogios.
Por razones personales y muy a mi pesar, debí retirarme antes de la interpretación de la 9º Sinfonía de Schubert, pero atento a la ejecución en funciones pasadas, puedo descontar, francamente, que esta bellísima obra fue un regalo inapreciable para el público, que por otra parte pidió que se tocara; ello no significa ningún menoscabo a la programada Sinfonía de Schumann.