Editorial

La imbecilidad, el dengue gubernamental

23/04/2009
P

or Fulvio Baschera

Si Fabiana Ríos como ciudadana participó y dialogó con los gremios durante el desarrollo de medidas de fuerza; si Fabiana Ríos como legisladora provincial no tuvo problemas en recibir y dialogar con los gremios aún cuando estos realizaban medidas de fuerza; si Fabiana Ríos como diputada nacional recibió y dialogó con los representantes gremiales aún en medidas de fuerza, ¿alguien podría explicarnos por qué ahora como Gobernadora de la Provincia sostiene que con medidas de fuerza no puede dialogar?
La situación ya está bastante complicada como para continuar tirando de la soga, claro que esta demostración de madurez también le es exigible a los gremialistas, aunque en realidad y conforme el tenor de las acusaciones que entre unos y otros se vienen cruzando, la cuestión se presenta como el pase de facturas entre integrantes de un mismo sector ahora antagónicos. Lo cierto es que buena parte de la interna gremial se trasladó al seno mismo del gobierno presentando un cuadro de situación cada vez más complicado. Un Estado inmovilizado como producto de su propia incapacidad por un lado y por la intransigente posición de los gremios estatales por el otro, han sumido a la administración central de la provincia en el equivalente a un estado de catatonia. Es decir, está inmovilizada y sus principales responsables parecen no tener acabada conciencia de que esto está ocurriendo. Hospitales parados, escuelas sin clases, servicios públicos interrumpidos, trámites oficiales postergados al infinito por esas cosas de los quites de colaboración, se han transformado en moneda corriente.
A este cuadro de situación se suma un gabinete provincial mayormente desgastado, tanto por la "vorágine cotidiana" como por los enfrentamientos internos, cruzado además por incontables versiones de renuncias y cambios que demoran en concretarse debido aparentemente a la "escasez de rinocerontes" (parafraseando a los fabulosos "Les Luthiers").
Mientras la plaga transmitida por el aedes aegypti azota a nuestro país, la inexistencia del vector en nuestra provincia no nos exime de estar alcanzados por otra epidemia, el "dengue gubernamental", cuyo agente trasmisor, la imbecilidad, aparece como un factor dominante en ambas orillas. Esto es, alcanza tanto a los miembros de la representación estatal que hoy detenta los principales cargos públicos como a la representación estatal, otrora incondicional, que hoy se siente traicionada y se manifiesta desencantada ante el incumplimiento de incontables promesas electorales formuladas cuando, en realidad, ni los propios protagonistas creían tener oportunidad de acceder al gobierno.
En medio de este caos, que como de costumbre toma como rehenes al resto de la ciudadanía, los irresponsables siguen, por un lado tratando de justificar su ineptitud calificando como conspiradores a todos quienes manifiestan posturas contrarias a su accionar, y por otro se muestran empeñados en jugar a ver quién es el que la tiene más larga (parafraseando ahora al Nano), y condicionan una apertura al diálogo a que la otra parte resigne posiciones primero. Una auténtica pendejada.
En fin, si a esta altura estimado lector ha encontrado una solución a alguna de las cuestiones planteadas, le rogamos nos la haga conocer asumiendo por nuestra parte el compromiso de publicación. Quizá hayamos contribuido a encontrar la vacuna.
No vaya a ser que nos expliquen después que no se daban cuenta de que la plaga realmente existía.

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