Crimen de un joven fuera de un club nocturno

Una enfermedad genética aliviaría la situación del imputado

12/01/2011
L
a deformación de un cromosoma que predispone a la agresividad sin razón podría convertirse en el principal argumento de defensa de un sujeto que está detenido en una causa penal por presunto homicidio, revelaron fuentes ligadas al caso.
Se trata de Darío Ocampo, de 30 años, principal sospechoso de haber matado de una puñalada en el pecho a Nicolás Moya, de 21, durante un incidente ocurrido el 5 de enero en inmediaciones del local nocturno Candilejas.
Ocampo estaba en libertad de condicional, cumpliendo una condena a diez años de prisión por el abuso sexual de una joven en el interior de una vivienda de Río Grande.
Había llegado a Ushuaia en compañía de unos amigos con quienes concurrió a Candilejas. Allí se produjo una discusión, y según se investiga, el agresor buscó una navaja del automóvil que conducía y atacó a la víctima, produciéndole lesiones mortales.
Pero las actuaciones tuvieron un giro en las últimas horas ante el planteo realizado por quien hasta ayer se desempeñaba como abogado defensor de Ocampo, Jorge Pinto, quien incorporó la posibilidad de que su defendido estuviese afectado por la enfermedad conocida como Síndrome del cromosoma X frágil, o Frágil X.
El letrado explicó que varios integrantes de la familia del imputado por línea materna sufren esa enfermedad, que al parecer se transmite con más facilidad de madres a hijos varones.
Pintó mencionó como síntomas de esa afección “la agresividad extrema sin razón aparente” y la “falta de memoria”, además de los trastornos de la personalidad.
“Muchas de las personas que sufren este mal llegan a auto flagelarse o a golpearse contra las paredes”, indicó el abogado, quien solicitó que se le realicen a Ocampo las pruebas genéticas para diagnosticar la enfermedad, que hasta ahora no había sido relacionada con el accionar delictivo anterior de esta persona.

La enfermedad

Según la enciclopedia Wikipedia, el síndrome del X frágil (SXF), también conocido como síndrome de Martin–Bell, “es un trastorno hereditario que ocasiona retraso mental, pudiendo ser éste desde moderado a severo, y siendo la segunda causa genética del mismo, sólo superada por el síndrome de Down“.
“La causa genética del síndrome es un tipo de mutación conocido como expansión de repeticiones de trinucleótidos, que supone el incremento en la descendencia del número de repeticiones de tres bases del ADN. Este tipo de mutación está asociado con el fenómeno de la anticipación, que se manifiesta como un aumento de la gravedad de los síntomas en sucesivas generaciones”, menciona la misma fuente.
Y también agrega que “generalmente, los pacientes de síndrome del X frágil presentan pobre o nulo contacto visual y son habituales los periodos de agresividad alternados con periodos de notable timidez”.

Pruebas en contra

Desde el punto de vida de la investigación penal, la situación de Ocampo es muy comprometida.
La Policía secuestró ropa del sospechoso con sangre que pertenecería a la víctima (ya fueron ordenadas pruebas de ADN) además de una navaja que, según pericias, es compatible con el tipo de lesión que recibió Moya.
No sólo eso. La jueza María Cristina Barrionuevo le tomó testimonio a varias personas que sindican a Ocampo como el agresor.
El hombre se había negado a declarar en una primera oportunidad, pero ayer amplió la indagatoria y dio detalles que lo sitúan en la escena del crimen, aunque dijo “no recordar” el momento de la pelea con la víctima, y mucho menos haberlo apuñalado.
Con estos elementos, Barrionuevo tiene un sinnúmero de pruebas para dictar el auto de procesamiento y prisión preventiva del sospechoso, que muy probablemente enfrente este año un juicio oral y público.
Un dato que trascendió es que la discusión previa al ataque con el arma blanca habría sido con una persona distinta a la que sufrió la agresión. Moya habría intervenido para separar a los contrincantes cuando recibió el puntazo.
La defensa del sujeto entiende a esta actitud como otro indicio del comportamiento irracional de Ocampo, y trata de emparentarlo con la enfermedad que lo afectaría.
Es decir que el presunto padecimiento (que aún debe ser demostrado científicamente, al igual que sus implicancias) podría convertirse en el eje de la resolución del caso, más allá de las pruebas que demuestren la autoría del hecho.
Las fuentes consultadas señalan que si se demostrara que el trastorno genético le impide a Ocampo dominar sus acciones, podría hasta ser declarado inimputable y obligado a realizar algún tipo de tratamiento para aliviar los síntomas de la enfermedad.

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