Accidente en Isla de los Estados

Kayakistas: el milagro dentro de la tragedia

02/01/2012
H
ablar de milagro cuando se perdió una vida parece un despropósito y una enorme contradicción. Pero algo de ello hubo en los acontecimientos de la semana pasada en Isla de los Estados, donde murió el kayakista Alejandro Daniel Carranza, de 49 años, ex veterano de la guerra de Malvinas, y fue rescatado sano y salvo dos días más tarde Juan Pablo Dacyszyn, de 36.
La pareja de deportistas sufrió un accidente cerca de las 14 del miércoles 28 de diciembre cuando recorría el lado oeste de la isla a unos doscientos metros de la costa, a la altura de Bahía Franklin. Habían partido de Ushuaia el 16 de diciembre con el propósito de llegar a las Islas Malvinas, y ya habían cruzado los 24 kilómetros del estrecho de Le Maire, uno de los puntos más complicados de la travesía.
La Justicia Federal de Ushuaia investiga lo ocurrido, pero todo indica que las siempre difíciles condiciones meteorológicas del lugar hicieron que Carranza perdiera el control de la precaria embarcación y cayera al mar. Según la autopsia dispuesta por el juez Federico Calvete, habría muerto ahogado.
En cambio su compañero logró seguir navegando en el kayak, hasta alcanzar la costa en un lugar escarpado donde no existe playa y se elevan verdaderas paredes rocosas sobre el nivel del agua.
A partir de este punto es que la tragedia comenzó a convivir con el milagro, tal como explicaron el viernes, en conferencia de prensa, el Jefe del Estado Mayor del Área Naval Austral, capitán de Navío Edmundo Vives, y el comandante del aviso ARA Francisco de Gurruchaga, capitán de Corbeta Diego Vieites.
En principio Dacyszyn logró trepar hasta unas cuevas con todo su equipamiento a cuestas, que incluía abrigo, comida, un handy y hasta una bengala para señales de auxilio.
Desde ese sitio comenzó a efectuar llamados de socorro a través del canal 16 de VHF destinado a este tipo de emergencias.
Las autoridades militares confirmaron que la potencia de la señal del handy hacía imposible su recepción en el puesto de Bahía Buen Suceso, el más cercano sobre la costa este de Tierra del Fuego, del otro lado del estrecho que separa ambas islas.
Del mismo modo, la señal nunca hubiera sido capaz de atravesar los múltiples muros de roca que surcan la Isla de los Estados hacia el oeste, donde se encuentran los otros asentamientos permanentes de la Armada.
Sólo una circunstancia fortuita hizo que el desesperado llamado del kayakista fuera escuchado en el puente de mando del aviso Gurruchaga, que se encontraba al norte de la isla realizando tareas de control marítimo y relevo de puestos.
Primero fue una llamada “incierta”. No se sabía de dónde venía y el audio se entrecortaba. Aún así, la frase “hombre en el agua” había modificado toda la rutina de la embarcación, que ya estaba en alerta de emergencia.
Cuando el aviso se movió unos metros hacia el sur, “la comunicación mejoró y se produjo un enlace casi permanente con la persona que pedía auxilio. Se notaba que el hombre estaba muy nervioso, se intentó tranquilizarlo y se constató por sus dichos que estaba en buen estado de salud”, contó el capitán Vieites.

El rescate

Por la descripción del lugar que realizaba el kayakista, los marinos intentaban deducir su ubicación exacta. Le pidieron al deportista que avisara cuando lograra ver el barco, y cuando lo hizo lanzó al aire una bengala. Así quedó certificado el sitio justo en que se encontraba.
“Como ya sabíamos dónde rescatarlo y teníamos por sus dichos que estaba bien y a resguardo, la prioridad pasó a ser el hombre en el agua. Basados en el efecto de las corrientes, el viento y el tiempo transcurrido, trazamos un área de búsqueda de unas diez millas y comenzamos la búsqueda de sur a norte”, explicó el comandante del Gurruchaga.
Las posibilidades de hallar a una persona en el mar en uno de los peores lugares del mundo para navegar, con vientos de 50 kilómetros por hora, olas de 3 metros y corriente de 10 kilómetros por hora, son prácticamente remotas.
Sin embargo, dos horas después de la llamada de auxilio, la tripulación del aviso halló el cuerpo de Carranza, flotando a unos 800 metros de la costa. El enfermero del aviso constató que el hombre ya no tenía signos vitales.
La embarcación retornó entonces hacia el lugar donde se encontraba el sobreviviente. Sus 63 tripulantes se prepararon para emprender la maniobra de rescate.

Salto de diez metros

El capitán Vieites relató que cuando llegaron nuevamente al sitio del accidente, cerca de las 17 del miércoles, el barco era “muy difícil de gobernar”. En la primera maniobra, un bote con rescatistas logró aproximarse hasta las 2 millas de la costa, pero debieron regresar.
Un nuevo intento se realizó el jueves 29 por la mañana, tratando de aproximarse al lugar por el sector norte. Pero tampoco fue posible.
Hubo una tercera aproximación por uno de los laterales, en medio de un cambio de condiciones climáticas, también sin éxito, hasta que cerca de las 19, un bote logró aproximarse hasta la costa luego de 30 minutos de travesía.
Como era imposible subir hasta la cueva en que se encontraba Dacyszyn, el kayakista tuvo que saltar al mar desde los diez metros de altura y ya en el agua fue rescatado y subido al bote por los tripulantes del aviso.

Agua hirviendo

El capitán Vives contextualizó después los detalles de la maniobra. “Los barcos directamente no navegan por ahí”, resumió el militar, tras mencionar que el lugar está repleto de “bajo fondos con piedras a flor de agua, fuertes corrientes de marea y un escarceo permanente que hace que las olas nunca provengan de una sola dirección”.
“Es como si el agua hirviera en forma constante. Hay que tener mucho cuidado para navegar y aún con mucho cuidado, siempre pasa algo”, sintetizó el militar.
Vives coincidió en que más allá del episodio fatal, fue “de una suerte muy grande poder encontrar al kayakista sobreviviente y rescatarlo”.
Fue, como se ha dicho, un milagro dentro de una tragedia.
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