Colaboración

Las Malvinas, y los malvinenses argentinos

10/04/2012
P
or Barrie O’Byrne

Nuestro reclamo territorial por Malvinas es legítimo, y lo apoyamos firmemente. El archipiélago de Malvinas es una continuación de nuestra Patagonia reflejada en su suelo, su vegetación y su fauna, su clima ventoso y su morfología.
Los intereses de los malvinenses también son asunto nuestro. Si realmente hablamos en serio cuando afirmamos frente al mundo que las Malvinas son nuestras, entonces el bienestar de los isleños nos compete. Y si las Islas Malvinas son nuestras, el pueblo que habita Malvinas no es enemigo. Es como cualquier otro pueblo que habita y compone nuestra Argentina, con sus tradiciones, costumbres y hasta idioma local. No podemos combatir a los malvinenses, ni exterminarlos, ni desalojarlos, ni someterlos, ni incorporarlos a la fuerza a nuestra sociedad, como muchas veces se quiso hacer con los Pueblos Originarios, con muy triste resultado.
Debemos lograr que ellos deseen incorporarse, como lo hicieron los Pueblos Inmigrantes a fines del siglo XIX y principios del siglo XX. Esos Inmigrantes también tenían idiomas distintos al castellano, y venían de diferentes culturas, y sin embargo quisieron aprender nuestro idioma y nuestra cultura, y se adaptaron a ellas. Pero no olvidaron su idioma original, ni dejaron de practicar los conocimientos y tradiciones que traían de sus ancestros. Nuestra Identidad Argentina de hoy contiene una amalgama de palabras, dichos, hábitos, costumbres y tradiciones que provienen de todos los grupos de pueblos originarios e inmigrantes que componen la Nación.
Pero cuál es nuestra política hacia ellos entonces?: pues pareciera que no la hay, porque siempre hablamos de “las Malvinas” y nunca de “los malvinenses”. Por omisión les estamos diciendo que no son importantes, y que sus deseos y pensamientos no influyen en nuestras decisiones. Seguramente estarán convencidos de que no los queremos, y de que no son bienvenidos en lo que debiera ser su país natural de Argentina. Con la prohibición de ingreso a los buques turísticos que tienen capitales británicos, también ponemos barreras y trabas a sus actividades económicas relacionadas al turismo, la ciencia y los servicios.
Les estamos enseñando que para ganarse la vida deben recurrir a Gran Bretaña, a Chile, a cualquier otro país menos al nuestro. Porque ellos deben vivir, deben ganarse un sueldo, deben alimentar a su familia como cualquiera de nosotros. Necesitan poner comida en el plato. Si no pueden hacerlo con nosotros, lo deberán hacer con otros. Y las personas con quienes trabajen para ganarse el pan, con ellas entablarán relaciones, y socializarán, y crearán lazos de familia. Los estamos empujando a que formen vínculos comerciales y sociales con gente de otros países.
A mediados de los años 70, habían vuelos periódicos y regulares a Malvinas, en una época en que los malvinenses se encontraban aislados de Gran Bretaña, y se sentían discriminados por ella. Entonces se empezó con una práctica que sorprenderá a muchos hoy: había familias malvinenses que mandaban a sus hijos e hijas a la escuela secundaria en Argentina. Lo hacían porque entendían que era beneficioso para ellos aprender castellano, y adaptarse a las costumbres y leyes de nuestro país.
Pensemos en eso: voluntariamente, padres malvinenses mandaban a sus hijos a nuestras escuelas, actuando en el interés de sus hijos. Si se hubiera continuado con esa práctica, tendríamos varias generaciones de malvinenses, nacidos en las décadas del 60, 70, 80 y 90, que hubieran pasado por nuestra escuela secundaria, y nuestras universidades. Y con seguridad una cantidad de ellos se habrían casado con argentinos y argentinas del continente, estableciendo vínculos de familia y de sangre.
La Nación Argentina reconoce y acepta que la diversidad cultural es la esencia de nuestra Identidad, desde el mismo Preámbulo de la Constitución, que invita a “todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino”. Cuando deseen incorporarse a la Argentina, eso incluye también a los malvinenses. Y si lo hicieran, ya no habrían más disputas territoriales.