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or María Paula Schapochnik (*) y Fernando Schapochnik (**)
Podemos animarnos a pensar en una ciudad para todos y todas a partir de algunas ideas ya conocidas en torno a las nociones de género. También la planificación del territorio y del espacio urbano puede ser mirada desde este enfoque.
La construcción cultural en torno al ser varón o mujer ha impactado en la forma en que se han pensado, construido y recreado las ciudades. Han sido éstas la máxima expresión simbólica del espacio público, pensada para el ciudadano que lleva adelante las tareas propiamente públicas, productivas, sociales, y administrativas, en tanto que lo contingente, aquello que hace a lo más íntimo de las personas se reservó al ámbito privado.
A fuerza de ser reiterativos, es oportuno recordar que lo público ha estado siempre asociado a lo masculino, en tanto que aquello vinculado al espacio privado doméstico, se relaciona con lo femenino.
Ciertamente esto ha tenido su correlato en la manera en que el hombre se ha apropiado del espacio en que habita.
El modo en que las ciudades se fueron organizando en cuanto a las actividades económicas principales, institucionales, de ayuda, y servicios, como así también las respuestas que se fueron ensayando frente a los problemas que podían suscitarse, como aquello relacionado a la falta de vivienda o a la contaminación e higiene, fueron pensadas, decididas y ejecutadas por hombres, para sustentar un modo de vida en un espacio propiamente masculino.
La división sexual del trabajo dejaba su huella en los espacios urbanos.
Los aportes mas significativos en cuanto a modelos de ciudad han estado orientados a una visión del mundo cuyo origen se remonta a la Ilustración, y su sustento es la tajante división de la vida pública y de la vida privada como ámbito para el cuidado y la reproducción.
Aquellos que habitamos alguna vez en una gran ciudad notamos fácilmente que son fascinantes siempre que estemos sanos, seamos autosuficientes e independientes en el ámbito económico, físico y emocional. Que tengamos la posibilidad de desplazarnos sin problemas ni depender de otros para cumplir con nuestro proyecto de vida.
Ahora, ¿qué sucede cuando aún no tenemos autonomía para movernos de un lugar a otro, o cuando vamos perdiéndola, tal como sucede con respecto de niñ@s o adult@s mayores? ¿O cuando nos encontramos limitados físicamente para movernos, o cuando sufrimos miedo o alguna limitación emocional?
Son las mujeres quienes mayormente se ocupan de la tarea de cuidar, y también son las mujeres quienes se suman a la diversidad de personas que pueden sentirse violentadas o frustradas porque su hábitat no les permite cumplir con sus expectativas, poniéndolas a prueba en el devenir cotidiano.
Todas situaciones que se deberían mirar desde otro enfoque. Iluminar una calle puede responder al miedo de quienes circulan por ella, en compañía de personas que requieren ser cuidadas y no solo a estándares de tránsito o densidad de población. Lo mismo puede postularse respecto de las frecuencias del transporte público aunque no existan grandes flujos poblacionales que los utilicen. No veremos un problema de inseguridad o de discriminación cuando las trabajadoras no pueden llegar a sus puestos de trabajo utilizando el transporte público o a pié porque la condiciones de las calzadas no lo permiten. Reformular si se piensa una ciudad para todas las personas en su diversidad de condiciones, proyectos de vida y necesidades o si pensamos en una ciudad donde siempre la primera opción es el automóvil. Estos son algunos ejemplos que permiten comenzar a delimitar las pertinencias en materia de género y planificación territorial.
Vemos como desde esta perspectiva, el género se convierte en una herramienta útil para diagnosticar los problemas urbanos, porque al mirar las ciudades desde el lugar de las mujeres también incorporamos las miradas de quienes son cuidadad@s por ellas.
Si el género va a ser tenido en cuenta se requiere el compromiso de las máximas autoridades, y la incorporación transversal del enfoque en todas las áreas, ya que la cuestión territorial por si misma no puede dar en principio respuesta sin valorar adecuadamente cuestiones intrínsecas y particulares del espacio local donde se pretenda poner en marcha determinada política.
Las ciudades jóvenes y en constante crecimiento siempre brindan oportunidades, de ser pensadas y desarrolladas, para la diversidad de personas que las habitan, logrando que estos procesos de desarrollo sean capaces y efectivos al momento de satisfacer necesidades básicas que por no estar a los ojos de todos, no pueden ser invisibles. Deberían reflejar la imagen de quienes las habitan.
(*) Abogada. Magister Interdisciplinaria en Familia
(**) Arquitecto.