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or Luciano Cabezas
Intenté explicarle que no nieva en vísperas de primavera; por el contrario, es cuando florece la vida, los colores se vuelven más intensos, el sol brilla distinto y que todo eso algo tiene que ver con nuestro corazón porque, por alguna razón, en esta estación nos late más fuerte.
Intenté explicarle que no nieva en vísperas de primavera; que la naturaleza y el mundo se rigen por un orden y que esto, no es normal. Que aproveche la oportunidad para atesorar un hecho extraordinario.
Ella seguía sin prestarme atención. De todas maneras insistí en explicarle, en enseñarle, que no nieva en vísperas de primavera; que cuando crezca, la nieve tal vez sea un problema para los asuntos cotidianos que harán que jugar, sea una pérdida de tiempo. Que aproveche, que atesore.
Intenté explicarle… pero me invadió la sensación de haberme rendido hace mucho tiempo frente a la cordura. Mientras todo se cubría de blanco entendí que no había nada que explicar, el silencio calló mi voz. Entonces me miró, sonrió, y siguió jugando a atrapar copos, sin entender muy bien porqué desaparecían frente al calor de sus manos. Sin embargo, la ilusión de atrapar uno que dure para siempre brillaba en sus ojos.
Noté que en su mirada no había tiempo, ni estaciones, ni orden, ni vicios, ni miedos, ni resignación. Noté que en su mirada había esperanzas, en una nevada, en vísperas de primavera.
