ste día, a bordo del buque “Scottia”, parte la “Expedición Antártica Nacional Escocesa”, encabezada por el científico polar William Speirs Bruce. El navío, de vela y vapor podía desarrollar una velocidad de siete nudos y había sido reforzado con la inserción de gruesas vigas de madera en prevención de un posible aplastamiento por los témpanos.
Dos meses después, llegó a la Antártida y, al recorrer las costas del archipiélago Orcadas del Sur, quedó aprisionado por los hielos en la costa de la isla Laurie. Como había sido diseñado para este tipo de eventualidad, pudo resistir la presión de los hielos, cuya fuerza en lugar de aplastarlo lo fue elevando hacia la superficie congelada.
Allí los expedicionarios levantaron una precaria vivienda para invernar y realizar diversos trabajos científicos. Para poder superar exitosamente la contingencia, se había previsto una dieta saludable para el personal, para prevenir el temido escorbuto. El jefe escocés sabía que debían ingerir alimentos que aporten vitamina C para evitar la enfermedad. Este factor había sido determinante del fracaso de otras expediciones polares. Los pioneros antárticos habían descubierto que una dieta basada en carne fresca de pingüino y foca era eficaz para reducir la incidencia del escorbuto. Bruce tomó en cuenta ese antecedente y resultó completamente efectivo.
Uno de los desafíos que debió enfrentar la misión fue encontrar materiales adecuados para la construcción de la base. Traía consigo las maderas necesarias, pero tenía que obtener piedras suficientes de las morenas glaciares.
La casa que construyeron tenía tres metros de altura y cinco metros de diámetro, con el fin de hacer observaciones astronómicas. Para erigirla utilizaron unas cien toneladas de piedra, extraídas manualmente, transportadas en los trineos y colocadas en la posición adecuada para evitar filtraciones.
El barco recién pudo zafar de la prisión helada en diciembre de 1904. Entonces, Bruce navegó hasta Buenos Aires para reaprovisionarse. Cómo pretendía darle continuidad a los estudios comenzados, ofreció al gobierno argentino la venta de las instalaciones, el instrumental y los aparatos de observación, fijando un precio de cinco mil pesos, que incluyó la capacitación del personal. Finalmente, el gobierno argentino aceptó la oferta y constituyó así la primera base permanente en la Antártida.
