ste día, el imperio británico emite una Carta Patente, que modifica una anterior de 1908, por la cual establece “un nuevo límite norte del reclamo por el paralelo 58° (entre los meridianos 50° y 80°), excluyendo las regiones patagónicas chilenas y argentinas, con excepción de las Islas Georgias del Sur y Sándwich del Sur” (Pablo Fontana. La pugna antártica).
La norma modificada había sido emitida el 21 de julio de 1908 y consideraba dentro de la jurisdicción británica “todas las tierras comprendidas entre los meridianos 20° a 80° Oeste al Sur del paralelo 50° de latitud Sur, lo cual incluía –además de la Antártida Sudamericana- a las islas del Atlántico Sur y parte de la Patagonia chilena y argentina (la XII Región, Tierra del Fuego y el sur de Santa Cruz). Sin embargo la carta no fue enviada al gobierno argentino hasta que éste solicitó una copia al enviado británico, la que fue entregada el 20 de febrero de 1909 junto al texto publicado en el “Falkland Island Gazette” con una nota que lo calificaba como “declaración””.
En esos años, previos a la Primera Guerra Mundial, el imperio británico estaba empeñado en obtener grandes logros exploratorios en la Antártida para alimentar su orgullo y justificar sus pretensiones. Así patrocinó las expediciones de Robert Falcon Scott y Ernest Shackleton. Una vez desatada la conflagración mundial, sus objetivos comenzaron a adecuarse a nuevas exigencias y moderó sus ambiciones territoriales.
Una vez finalizada la guerra, “Londres buscaba apropiarse de la Antártida en su totalidad. Ya en 1919 el parlamentario conservador Leopold Amery había expresado en el “Colonial Office” su plan para incorporar todo el continente antártico al Imperio Británico; un plan que en la Conferencia Imperial de 1926, mientras Amery se desempeñaba como secretario colonial, se transformó en política de gobierno, con la idea de anexar el continente por partes”.
Durante el período de entreguerras, el gobierno inglés “avanzó en dicho proyecto gracias a los reclamos de territorios antárticos realizados por Nueva Zelanda en 1923, en ese entonces aún dominio británico, y el reclamo de Australia en 1933, país que compartía monarca con los británicos además de subordinar a ellos las cuestiones militares. Con estos tres territorios sumaban aproximadamente dos tercios del continente” (op.cit.).
