ste día, se “embarcaron y zarparon con destino fueguino en la cañonera “Paraná” y el transporte Villarino, once detenidos de la Penitenciaría Nacional con condenas entre 10 y 22 años de presidio”. El criterio de selección fue “que puedan servir de picapedreros”, entre otros oficios. “Estos once encabezaron la larga lista de trasportados que llegarían a la isla, asociando su pena a la construcción del “Presidio del Fin del Mundo” en Ushuaia” (Museo Penitenciario "Antonio Ballvé").
Este puñado de penados, al mando del comodoro Augusto Laserre, fue utilizado como mano de obra en la construcción del faro y Subprefectura de San Juan de Salvamento, en la isla de los Estados, y de la Subprefectura de Ushuaia.
Además de la afirmación de la presencia del estado en los confines australes, las unidades penitenciarias fueron concebidas como un polo de desarrollo. Los presos fueron utilizados en la construcción de las dependencias penitenciarias y diversa infraestructura urbana.
Con la mano de obra penal se erigieron cinco pabellones de 79 celdas individuales cada uno. Totalizaban 380 celdas, aunque las crónicas de la cárcel indican que se llegaron a alojar a más de 600 penados.
Los pabellones se dispusieron en forma radial, copiando el diseño de la Penitenciaría Nacional, aunque más estrechos y más cortos y también con el puesto de observación en el centro de la construcción, para permitir la visualización completa y permanente de los pabellones según el sistema panoptista.
Al frente de la bahía se levantó la administración de la cárcel. Entre el Pabellón 1 y el 2 se ubicó la cocina y, entre el 1 y el 5, la panadería. Los talleres fueron colocados en construcciones separadas. Recién en 1943 se inauguró un moderno hospital que por mucho tiempo fue el único centro sanitario de la zona.
Fuera del establecimiento los penados trabajaron en la construcción de calles, puentes, edificios, puerto y en el talado de bosques para el suministro de leña y madera para construcción. También con esa mano de obra se tendieron los 25 kilómetros de vías del tren en 1910.
La cárcel se pensó originalmente como un sitio de recuperación de aquellos hombres que por su conducta delictiva merecían ser confinados. La única opción que se les ofrecía era el duro trabajo, que se lo consideraba como un elemento vital para su rehabilitación social.
