Encargado de estancia toma medidas solidarias con nativos
El 11 de junio de 1896

Encargado de estancia toma medidas solidarias con nativos

11/06/2018
E

ste día, el joven ovejero escocés William A. Blain, sub-administrador de la estancia Springhill (The Tierra del Fuego Farming Co.), asegura haber visto “algunos indios” cerca del límite donde pastaban las ovejas. En prevención, una “expedición fue enviada en su búsqueda”. Como resultado de la incursión realizada por los cazadores de nativos, “el grupo regresó con alrededor de una docena de indios hombres, mujeres y unos pocos niños, que serían enviados a la estancia en la Isla Dawson” (Memorias de un ovejero escocés en Malvinas, Patagonia y Tierra del Fuego, citado en revista La Roca N°4, diciembre de 2017).
Blain relató que se conmovió al ver que uno de los niños había muerto y ofreció a los padres hacer un ataúd para su entierro. “Cuando los dos padres vieron el cuerpo en el ataúd y la tapa atornillada parecieron muy afectados, mucho más de lo que yo esperaba”.
Luego, les ofreció un trato para liberarlos: “se les explicó que si prometían comportarse en un futuro y no molestar a los animales, serían puestos en libertad. Además cuando estuvieran en necesidad de carne, podían venir al asentamiento y obtendrían tanta como pudieran cargar de regreso. A esto accedieron rápidamente. Después de darles tanto como pudieron comer, cada (…) hombre obtuvo media oveja, entonces los dejamos a la deriva dándoles a entender que si rompían su promesa no podrían esperar misericordia de nuestra parte”.
Tres meses después, cinco hombres llegaron al caserío, les “dimos refugio por la noche y mucha comida. A la mañana siguiente tomaron el camino cada uno cargando tanta carne de cordero como podían. Unos pocos días después otros dos vinieron marchando, directamente a mi puerta. Allí dejaron sus arcos y flechas y fueron al baño de las ovejas, donde estábamos ocupados bañando a las ovejas. Todos les dimos una cálida bienvenida. Uno de los ovejeros mató un carnero y les dio un cuchillo a cada uno. Lo despellejaron y lo cortaron en dos. Cada uno con su carga tomó el camino, a toda vista en el mejor de los ánimos”.
Incluso, hubo varios nativos que se fueron acercando a las labores rurales y que se quedaron a vivir en la estancia. Pero, la experiencia de exitosa convivencia se vio frustrada por las enfermedades que comenzaron a diezmarlos. “Muy pocos, de hecho ninguno de los onas que conocí sobrevivieron a la vida civilizada por mucho tiempo más” (op.cit.).

Autor : Bernardo Veksler
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