ste día, el cacique Caupolicán, condenado a morir por empalamiento, es amarrado y sentado sobre un agudo palo, que lentamente fue destrozando sus entrañas. Durante su terrible agonía no emitió una sola queja, intentando trasmitir a su pueblo la necesidad de continuar la lucha contra los españoles.
La reacción de los pueblos originarios se fue radicalizando desde el arribo de los invasores en 1541. Los conquistadores no imaginaron la poderosa resistencia que opondría la nación mapuche, llamada araucana por los hispanos, que fue comparada a la que soportaron en Flandes.
Una de sus primeras batallas fue la de Tucapel, en 1553, donde los mapuches asestaron una fuerte derrota a los invasores, ocasionando la muerte de Pedro de Valdivia. Al año siguiente, los nativos ocuparon varias ciudades fundadas por los españoles.
Lautaro había sido uno de los principales jefes mapuches que resistieron la invasión. Ante su asesinato por los españoles en 1557, fue sucedido por Caupolicán. Quien fue designado “toqui”, es decir, gran jefe guerrero, por su fortaleza física y valentía,
Después de la muerte de Lautaro, los mapuches habían quedado sin un líder, reflejándose ello en el combate de Lagunillas, donde 12.000 indígenas fueron derrotados por 600 soldados españoles y unos 1.500 yanaconas. El ataque dejó cientos de muertos y heridos y 150 prisioneros. Luego de este episodio, Caupolicán se convirtió en el jefe supremo de los mapuches y continuó la lucha contra los españoles, dirigiendo numerosos ataques contra fortificaciones y otros asentamientos españoles en la región centro y sur de Chile.
Caupolicán atacó a las tropas de Hurtado de Mendoza, en 1557, en las lagunas de San Pedro en el río Biobío. Luego enfrentó al gobernador en la batalla de Millarapue. Esta batalla se prolongó desde el amanecer hasta las dos de la tarde, hora en que los araucanos se retiraron a los bosques de la cordillera, dejando a más de 700 muertos y numerosos prisioneros.
Caupolicán intentó tomar el fuerte de Cañete. Los defensores comandados por el capitán Alonso de Reinoso, que estaban enterados, desbarataron el ataque y dispersaron a los nativos por los alrededores.
Luego, una columna del ejército español cayó por sorpresa sobre el lugar donde acampaba Caupolicán, tomándolo prisionero junto a muchos guerreros. Fueron llevados a Cañete, donde fue ajusticiado.
