ste día, el gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, pronuncia una arenga ante sus tropas, conocida como “Proclama del arroyo Napostá”, donde afirma: “Las bellas regiones que se extienden hasta la cordillera de los Andes y las costas que se desenvuelven hasta el afamado Magallanes, quedan abiertas para nuestros hijos. Habéis excedido las esperanzas de la Patria” (Miguel Ángel Scenna. El secular diferendo. Revista Todo es Historia N° 43).
Este pronunciamiento, en las proximidades de Bahía Blanca, se dio en el marco de la campaña contra los nativos que llevó a Rosas “hasta el Río Negro, tras enviar una expedición hasta Valcheta, como para reafirmar que el dominio argentino seguía hacia el sur”.
Hasta ese momento parecía no haber diferendos entre argentinos y chilenos sobre sus respectivos territorios, al haber quedado “tácitamente convenido que conservarían las mismas fronteras que poseyeran en el período hispano”. Cuando el Virreinato del Río de la Plata limitaba al norte con el de Perú, al oeste con la Gobernación de Chile, al este con las colonias portuguesas y el Atlántico.
Luego de independizarse, Buenos Aires lo reafirmó “por específicos actos de gobierno. Así, bajo el mando de Martín Rodríguez se creó la comandancia de Malvinas, con capital en la isla Soledad y jurisdicción sobre el Estrecho, las islas sureñas y Cabo de Hornos”.
Los diferendos comenzaron en 1841, cuando el norteamericano George Mebon solicitó a Santiago una licencia para operar con remolcadores en el estrecho. Las autoridades chilenas sostuvieron que “los lindes del territorio por la parte Este y el Estrecho de Magallanes pertenece al país desde dichas cordilleras a las bocas de occidente. Toca por supuesto a la Confederación Argentina la otra parte”.
El presidente Manuel Bulnes fue el propulsor del dominio chileno sobre el estrecho y contó con la colaboración del entonces exiliado Domingo Faustino Sarmiento. El argumento utilizado fue “que estaba a punto de ser ocupado por una potencia europea y que Chile estaba poblando en tierras desocupadas y sin dueño”.
Esta postura se consumó con la fundación de Fuerte Bulnes en 1843, primera población establecida sobre la costa del estrecho desde la independencia; aprovechando los conflictos que mantenía Buenos Aires con Francia e Inglaterra, por su aspiración a la libre navegación de los ríos argentinos.
