ste día, la goleta ‘Sarandí’ retorna al río de la Plata, comandada por el teniente coronel de marina José María Pinedo, quien había oficializado, sin ninguna resistencia, la entrega de las islas Malvinas a las fuerzas usurpadoras británicas.
Diez días antes, Pinedo había acatado dócilmente “la intimación del capitán (del barco inglés ‘Clio’) Onslow” y zarpó “rumbo a Buenos Aires. El día antes había embarcado a los 16 individuos de la tropa que no tuvieron participación en la revuelta (contra el comandante Francisco Mestivier), a sus familiares, a las mujeres e hijos de siete de los inculpados, invitando además a acomodarse a bordo de aquellos peones de la isla y extranjeros residentes en ella, que dadas las circunstancias prefiriesen regresar. Simultáneamente se hacía a la mar la goleta inglesa ‘Rapid’, a cuyo bordo viajaban aherrojados los nueve implicados en la alevosa muerte de Mestivier” (Ernesto J. Fitte. Crónicas del Atlántico Sur).
El día después de su arribo, Pinedo “elevaba al gobierno un minucioso informe de lo acaecido, tratando de justificar su dudosa conducta”. Adjuntaba un listado “de la tropa, sus familias y peones de la isla de Malvinas, que vienen de pasaje en la ‘Sarandí’”. Detallando: cinco soldados de artillería, tres del batallón ‘Río de la Plata’, dos del regimiento ‘Patricios’, seis de la ‘Guardia Argentina’, trece mujeres, ocho menores y seis residentes en la isla (cuatro extranjeros). También estaban enumerados los involucrados en la sublevación: el capitán Juan Gomila viajaba en la ‘Sarandí’ y otros nueve en la ‘Rapid’.
La cuestionada actuación de Pinedo mereció que sea “de inmediato sometido a juicio para esclarecer su conducta militar al acatar la intimación de arriar el pabellón nacional en Puerto de la Soledad (…) El fallo, emitido el 14 de febrero, no conformó al Superior Gobierno”. Estuvo dividido, habiéndose “registrado cuatro votos por el fusilamiento de Pinedo, y otros cuatro por la degradación. Este empate facilitó la resolución del gobierno, que quiso salvarle la vida y evitarle la deshonra”.
El gobernador Balcarce lo condenó “a ser separado de la marina, con suspensión por cuatro meses en el empleo, debiendo luego pasar a revistar en el ejército”.
Finalmente, “Pinedo logró su rehabilitación durante la administración de Rosas, siendo reincorporado a la marina de guerra”.
