os registros de este día del Archivo Histórico Nacional chileno y del Fondo Judicial de Magallanes, evidenciaron que varios crímenes de nativos no originaron causas judiciales.
El capitán José Bordes, que navegaba al servicio de la Armada de Chile, en junio de 1912, se presentó en Punta Arenas denunciando que “había llegado hasta su buque ‘una canoa de indios’ acusando del asesinato de ‘dos hombres de su tribu’ a ‘un tal Luciano, tripulante de una goleta’. Este tipo de casos (…) ‘son expuestos por los indios (…) muchas veces’ (…) Así, las presuntas desgracias de ‘blancos’ a manos de ‘salvajes’ eran investigadas a partir de elucubraciones, pero las denuncias de los ‘indios’ (…) no llegaban ni a la prensa ni a tribunales” (Alberto Harambour y José Barrena Ruiz. Barbarie o justicia en la Patagonia occidental: las violencias coloniales en el ocaso del pueblo kawésqar…).
Frente a los asesinatos y violaciones “de indígenas el Juzgado no había dictado jamás una condena. El célebre proceso de 1895, que documentó decenas de casos de abusos contra hombres y mujeres selknam sin nombre, por parte de hombres con nombre y apellido, cerró con decenas de declaraciones de los últimos y ninguna de sus víctimas”.
“En esta ocasión, probablemente por la jerarquía de Bordes (…) el juez ordenó diligencias”. Al declarar el marinero Manuel Vera “aseguró que, tras desembarcar (…) para recolectar mariscos, habían escuchado dos tiros y visto a un indio corriendo con el brazo ensangrentado. ‘Supongo que habrá sido por causa de la mujer del indio’ (…) dos marinos ‘la tenían detrás de un islote hacía ya mucho rato’”.
Luego, testimonió Manuel Cárdenas quien supo que dos tripulantes “de un cúter habían quitado una india […] y que uno de los indios trató de defenderse (…) con un cuchillo y tratando de rescatar a la mujer, por lo que un tal Méndez le había disparado”.
El piloto Juan Cárdenas estuvo “seguro que cometieron violación de la india y que esta era mujer ya unida con el indio”. Sin embargo, no hubo movimiento en la investigación.
Volvió a comparecer José Bordes, quien denunció a “muchos marineros” que “enfermos de gonorrea i otras enfermedades venéreas creen que teniendo relaciones carnales con las indias, sanan de su mal”. Por esa razón, su buque se llena “de indios de ambos sexos que acuden presurosos en busca de remedios”. Los marinos los tratan “como simples animales” (op.cit.).
