ste día, se difunde la labor en la región de científicos del CONICET “para que la cultura de los pueblos originarios permanezca más viva que nunca, a través de talleres de telar, tallado de la piedra, quillanguería y cerámica destinados a toda la comunidad” (Agencia CYTA - Instituto Leloir).
Con el objetivo de aprovechar su legado, integrantes del Centro Nacional Patagónico (CENPAT), con sede en Puerto Madryn, estaban desarrollando un proyecto de rescate y reinserción de tecnologías aborígenes, que habían dejado de practicarse y corren el riesgo de desaparecer, de manera complementaria al trabajo de arqueología que realizan en el instituto.
“La idea es que lo que nosotros aprendemos a través del trabajo científico pueda ser capitalizado por otras personas de la comunidad, especialmente por los descendientes de los primeros pobladores de la Patagonia”, explica la doctora en Antropología Julieta Gómez Otero.
“Es una manera de devolver a la comunidad su aporte a nuestro trabajo”, asegura. Así, se han organizado talleres sobre las distintas técnicas de los aborígenes patagónicos.
La quillanguería era una técnica milenaria que consistía en la utilización del cuero de animales para la confección de vestimenta, entre otros fines. “Los tehuelches lo usaban con el pelo hacia dentro, y el lado del cuero estaba pintado con diseños propios de su cultura”, precisa la antropóloga.
En tanto, la tecnología de la piedra es la más antigua, pero dada la “dureza” de esta materia prima, fue la que más ha perdurado en todo el mundo. El doctor Eduardo Moreno y su equipo son talladores capaces de reproducir los artefactos de piedra tal como lo hacían los cazadores-recolectores. También, se estudian las piezas cerámicas que confeccionaban, para la cocción y el almacenamiento de alimentos, para transmitir su técnica a los artesanos de la región.
Gómez Otero concluye con una reflexión: “La Patagonia es un gran yacimiento arqueológico pero muchas personas no saben el valor que tiene preservar este patrimonio para el presente y las generaciones futuras. Es la cultura de los primeros habitantes de la región, pero también la nuestra, porque incluso aunque algunos no seamos descendientes de pueblos originarios, somos patagónicos. Por eso, es importante que valoremos nuestras raíces, y que estas tecnologías se puedan seguir reproduciendo en la comunidad. Que no se pierdan” (op.cit.).
