ste día, en la estancia Viamonte, nace Enriqueta Gastelumendi, la hija menor de la selk´nam María Felisa Cusanchi y el español Ramón Gastelumendi, quienes tuvieron otros cuatro hijos.
Cuando cumplió cinco años -recordó años después-, “cruzamos el paso Lucas Bridges porque el actual paso Garibaldi no existía, y nos dirigimos con papá y mamá a la estancia Moat. Para recorrer ese sendero tardamos tres o cuatro días a pie”.
Luego, su padre fue asesinado y su madre asumió como jefa de familia. “De mis hermanos lo único que supe es que se fueron al norte, posiblemente a Buenos Aires, y nunca supe de ellos”.
El encargado de la estancia, Jesús Varela, en principio fue su padrastro, pero a sus 13 años se convirtió en su marido, su propia madre la obligó a casarse con el español. De esta relación nacieron nueve hijos y su apodo de ‘India Várela’, que, a pesar de identificarla, nunca fue de su agrado por la traumática convivencia que mantuvo hasta enviudar en 1959.
Durante su infancia recorrió los campos fueguinos, observando y aprendiendo de la naturaleza, sobre todo de la especie más entrañable del pueblo selk´nam: el guanaco. Esas imágenes la acompañaron durante toda su vida y buscó eternizarlas en las tallas de madera que sus habilidosas manos crearon.
“Desde muy pequeña me gustaba jugar en el bosque con palitos. Con imaginación pensaba que este palito era un pájaro, este otro un caballo, este otro una vaca y así por el estilo. Ya cuando fui mayor y me casé les hacía juguetes a mis hijos. Con una tijera y trozos de chapa les recortaba animalitos que les servían de juguetes y los entretenían. Cuando ellos crecieron me entretenía tallando en madera y las personas comenzaron a reconocerme” por esas esculturas.
En Moat aprendió a fabricar sus propias herramientas y su creatividad pudo plasmarse en el singular arte que desarrolló. Sus obras no tuvieron otra escuela que su propia voluntad de reproducir los animales que su mente fue atesorando en su fueguina vida.
Con la madera que durante milenios amparó a su pueblo y su ingenio, pudo dar forma a un estilo propio que perpetuó su identidad de nativa fueguina, dándole a sus realizaciones una postura armónica, de líneas suaves y firmes.
El Concejo Deliberante de Ushuaia la declaró ciudadana ilustre y la Casa de la Cultura fue bautizada con su nombre.
El 30 de agosto de 2004 falleció en Ushuaia, a los 91 años de edad.
