ste día, Ramón Lista arriba a Punta Arenas y la califica de “triste” por el “espeso manto de nieve” que cubre sus calles, haciendo que “el pecho se oprime dolorosamente”. Luego de reflejar la relación amistosa que mantenía con algunos vecinos chilenos, relata que muchos de ellos se dedican a comerciar con los tehuelches: “Allí nos reunimos con algunos comerciantes de Punta Arenas que iban en busca de los indios para venderles aguardiente” (Ramón Lista. Obras. Tomo 1).
Decidió acompañarlos en la excursión mercantil hacia las tolderías, que demandó varios días. Al llegar las “chinas estaban solas. Los comerciantes se alojaron en el toldo de (cacique) Pescado, donde en menos de media hora vendieron un barril de aguardiente. Enseguida principió el fandango. Las chinas y los muchachos gritaban a voz en cuello. Todo el mundo nos insultaba”.
Al llegar la noche, los “gritos agudos de una cadencia monótona daban no sé qué de fantástico a aquellos hombres gigantescos casi desnudos que arrastrando sus capas de pieles, brincaban furiosamente en torno del fuego. El cacique Papón, que apenas podía tenerse en pie, lloraba como una magdalena” y “Pescado blandía su lanza, amenazando de muerte a aquellos que pocos momentos antes eran sus amigos. Estas borracheras suelen provocar combates sangrientos que van concluyendo con esa raza tan hospitalaria”.
“Mis compañeros de viaje hicieron buen negocio, pero nada compensa los peligros y penalidades por que tienen que pasar el comerciante que se aventura en aquellos desiertos”.
Esta actividad comercial era ilícita y se mantenía a pesar de las prohibiciones de las autoridades, que tampoco eran muy consecuentes en perseguir. Como ejemplo de ello, Lista tomó contacto con una carta que le envió el gobernador magallánico a Papón, quien ostentaba el título de “Teniente Coronel de los ejércitos de Chile”. El documento advertía al jefe tehuelche de la siguiente manera: “Gobernador de Punta Arenas. Cacique Papón: Te aviso que no te daré raciones si no mandas a Punta Arenas todos los comerciantes que van a vender aguardiente sin mi permiso. Todos esos cristianos son unos ladrones y yo tu amigo. Deseo saber si hay buques argentinos en la costa”.
Cuando Lista se entrevistó con el gobernador Carlos Wood, este le advirtió, ante la ruptura de relaciones diplomáticas, que “la menor imprudencia podía traer una guerra desastrosa” (op.cit.).
