a imagen de hoy nos muestra el típico pinchazo que nos puede sorprender en cualquier momento y lugar. Dicha circunstancia podría ser una más, pero no lo es cuando al salir a la mañana temprano, en pleno invierno, y no queda otra que manotear el gato para poner el auxilio. Es en esos instantes, cuando las falanges de los dedos comienzan a arder por las herramientas congeladas, que viene el autocuestionamiento: ¿Por qué joraca no tengo un par de guantes arriba del auto?