n la edición de este día, el diario porteño La Prensa, “que prestaba especial atención a los temas sureños”, difunde la noticia del crimen de un niño en el norte de la Patagonia, con el agravante que el principal sospechado de haber descargado esa violencia criminal sobre el chico había sido su propio padre.
La fuente informativa del diario se originó en el contenido de un telegrama, emitido desde la localidad rionegrina de General Roca, denunciando que en la localidad de Choele Choel se había “producido un infanticidio (…) Ha sido detenido como presunto autor de este crimen repugnante, el padre de la víctima, el vecino Remigio Bizzanelli. Se dice que el cadáver presenta equimosis en el cuello, que da lugar a sospechar el crimen y hay vehementes indicios en contra del acusado. Para el mejor esclarecimiento del suceso, se tropieza con la dificultad de la falta de médico para la autopsia. El Dr. Faussone, de esta gobernación, brilla por su ausencia”. El artículo aclara que “tampoco había otro galeno a centenares de kilómetros a la redonda” (Francisco N. Juárez. La bandolera inglesa en la Patagonia).
El crimen llevaba varios días de haber sido cometido y Bizzanelli se encontraba detenido desde el 11 de diciembre.
Al parecer, el maltrato de su hijo era un acto rutinario del progenitor y, presumiblemente, un día la paliza habitual terminó con la vida del niño. La ausencia de testigos directos se suplió con la ratificación de los vecinos del lugar de haber verificado huellas de la violencia doméstica en el rostro y el cuerpo del menor de manera frecuente. También, el exceso en el consumo alcohólico habría potenciado esas actitudes de Bizzanelli. Según los vecinos, por las tardes era habitual encontrarlo bajo los efectos de esa adictiva ingesta, que potenciaban sus tendencias violentas y pendencieras.
La noticia alarmó a los lectores porteños y, con muchas dificultades, se fue divulgando por el Alto Valle del río Negro. El “telegrafista de Piedra del Águila, Luis Galeano, la recibió alarmado. Su comentario trascendió entre galopes llegó hasta los aislados vecinos de Corral de Piedra y Collón Curá” (op.cit.).
El otro medio de divulgación fueron los boliches de la zona, habitualmente caldo de cultivo de rumores y anécdotas, y a veces de noticias, que se iban deformando por la difusión boca a boca del suceso.
