n la edición de este día de ‘El Diario’, un texto de Julio Popper narra el primer encuentro entre sus hombres y buscadores de oro que habían invadido sus dominios.
“De repente notamos un movimiento inusitado en el campo; se veían rastros de caballos y no tardamos en divisar las carpas y también las personas que las ocupaban. Eran marineros desertados, presidiarios evadidos, gentes de todas razas acostumbradas tanto a la reclusión completa como a la vida constante al aire libre, que venían de Punta Arenas ‘pa ver’. Luego había una tendencia entre nuestros trabajadores de abandonar el establecimiento; la vida libre de estos huéspedes les parecía más agradable y más remuneradora. En seguida, como no traían suficientes víveres, comenzaban a aprovisionarse de carne fresca dando caza a nuestros bueyes cuando pastoreaban lejos del establecimiento” (Carlos P. Vairo y Francis Gatti. ¡Oro en Tierra del Fuego!).
Luego, transcribe un diálogo entre los dos grupos:
-¿Qué estáis haciendo?
-Trabajando oro, señor.
-¿Y no sabéis que estáis en pertenencias ajenas?
-No, señor.
-Entonces estáis advertidos ahora y debéis retiraros.
-¿Y si no nos retiramos?
-Os rechazaré de viva fuerza.
Estos encuentros comenzaron a sucederse y derivaron en enfrentamientos armados y asaltos al establecimiento de El Páramo. El rumano denunció la inseguridad reinante ante el gobernador Félix Paz y viajó a Buenos Aires a plantear el problema ante las autoridades nacionales. Sus gestiones fructificaron y, por un decreto del presidente Miguel Juárez Celman, se creó la comisaría de San Sebastián.
Popper, al regresar a Punta Arenas, llevó doce gendarmes que eran los primeros integrantes de la dotación policial. Informó a las autoridades magallánicas sobre la creación de la comisaría y “publicó el pliego de condiciones por el que los mineros podían trabajar en pertenencias de la Compañía. Esta los proveía de casa, aparatos, medios de transporte y manutención. El oro obtenido se distribuía en partes equitativas entre los oreros y la empresa”.
Pero, la avidez de los buscadores por obtener riquezas rápidas no dejaba espacio para la diplomacia y comenzó a generarse una enorme afluencia de aventureros a la zona. Popper fue informado “que había setenta hombres en arroyo Beta, todos armados. Cada uno (…) llevaba quinientos cartuchos y amenazaban” con matarlo.
Esto derivó en una ofensiva del rumano que logró expulsarlos.
