rriba a Ushuaia el transatlántico ‘Cap Polonio’ y cientos de turistas irrumpen en sus calles aumentando notablemente su población.
“Las lanchas de transporte hacían continuos viajes desembarcando turistas en un número aproximado a quinientos o seiscientos, esto significó la duplicación de la población ushuaiense” (José Cabezas. Presencia argentina en el canal de Beagle; citado por J. Castelli y P. Halvorsen en Esas Mujeres).
El barco había organizado el ‘Crucero Argentino a la Tierra del Fuego’ y había difundido un folleto, “en colores y con un cordón al lomo”, que mencionó “como escalas en el Sur a Río Gallegos, Punta Arenas, Dawson, Garibaldi, Lapataia, Ushuaia, Almanza, Brown y ‘luego se emprende el regreso pasando frente a la histórica isla Picton’” (Arnoldo Canclini. Ushuaia 1884-1984).
Cabezas recordó el viaje que realizó junto a “la señora viuda de Sánchez”, regenta de prostíbulos conocida como ‘La Andaluza’: “tomamos una lancha y fuimos a bordo, se habían autorizado las visitas. Una vez, en el barco me llamó la atención las diversas canchas de juegos y distracciones, los suntuosos salones de estar y de recreo, en uno de los cuales, alrededor de un piano, se encontraban sobre las sillas varios instrumentos musicales, más tarde supe que viajaba contratada la orquesta típica del señor Francisco Lomuto. En los pasillos de la primera cubierta estaban las galerías y puestos de venta con toda clase de objetos; juguetes, máquinas fotográficas, instrumentos musicales, todos ellos de fabricación alemana. La señora de Sánchez compró varias cosas, entre ellas perfumes y pañuelos y a mí me obsequió con una pelota de gran tamaño pintada en forma muy vistosa…”.
Cabezas recordó que la afluencia turística no estuvo exenta de muestras de ‘viveza criolla’. “Un ex liberado de la cárcel de apellido Morelli que oficiaba en la población de zapatero remendón, había comprado a los vecinos una cantidad de pollos y gallinas de color blanco, las puso en varias jaulas y utilizando polvos y anilinas pintarrajeó a las pobres aves con el fin de venderlas a los incautos turistas como raras y autóctonas de la isla (…) un clásico chubasco fueguino descargó por unos momentos una copiosa lluvia y los pobres animales empapados empezaron a destilar los tintes y anilinas con que Morelli los había pintado…”, quien terminó detenido y con el fracaso de su improvisado negocio.
