partir de esta fecha, al asumir “la dirección de (lo que quedaba del establecimiento) El Páramo Pedro F. Reyes, funcionario policial muy vinculado a las vicisitudes de la Tierra del Fuego, creyó en su deber anotar en la libreta diaria de Máximo Popper lo siguiente : ‘Hasta octubre 23/891 ha sido llevada esta libreta por (…) Popper y continuada por mí ocho años después en marzo 22/899 al hacerme cargo de la Administración del ya derruido establecimiento minero llamado El Páramo’”. Para Reyes, Julio Popper fue “el verdadero pionero que dejó tendidas las líneas para los que vinieron después” (Boleslao Lewin. Revista Karukinka N° 21 y 22).
El biógrafo del rumano lo cita para exaltar el rol que jugó en el progreso fueguino.
En el artículo, Lewin dio cuenta de la existencia entre los despojos del establecimiento minero de un cementerio, donde se encontraban los restos «de los animosos mineros» y de Máximo Popper: «de El Páramo sólo quedan ruinas, muy de vez en cuando recorridas por algún curioso o por algún buscador de residuos del áureo metal. Pero se halla en su vecindad un pequeño y abandonado cementerio que no puede ni debe quedar en el estado de completa desatención en que se encuentra, si bien en parte está cercado con los angostos rieles Decauville, procedentes de la vía por la cual corrieron las vagonetas con los materiales de construcción y la materia prima del mineral tan codiciado por los hombres. Sobre los sepulcros –salvo uno-, sin inscripciones ni lápidas reconocibles, se eleva una cruz que manos sensitivas y piadosas elevaron en un ángulo del abandonado camposanto, no importándoles la fe religiosa a que pertenecieron los muertos. Porque corresponde destacar que –sabidamente- uno de los allí enterrados es Máximo Popper, hermano de Julio, que el 28 de julio de 1889 se había afiliado a la Congregación Israelita de la República Argentina».
Lewin señaló que, supuestamente, «entre los sepultados, además de católicos romanos, figuran cristianos de otras denominaciones, puesto que el personal de Popper se componía en su gran mayoría de gente yugoslava, de nacionalidad austríaca. Precisamente la única inscripción sepulcral legible dice: Nicolás Marcucich/ austríaco/ fallecido 20 de abril 1905/ Recuerdo de su querido hermano» (op.cit.).
Esos restos del cementerio que existían hasta mediados de la década del setenta, hoy han desaparecido.
