echado este día, un dictamen del superintendente Francisco de Paula Sanz, incluido en un oficio al virrey Loreto, evalúa las pretensiones británicas sobre la meseta patagónica. El texto afirma: “Vuestra excelencia no ignora que nuestra misma corte supuso que el gobierno inglés, perdidas sus colonias americanas, no quedaría en la inacción y que era regular pensase en hacerse de algunos establecimientos en nuestra América, para cuya precaución y pudiendo ser su objeto algún paraje de la Costa Patagónica— se resolvió— formalizar en ella los establecimientos que se formaron, creyéndoles, justamente en aquel entonces, precisos para evitar cualquier idea de los ingleses en ese punto y útiles para entablar un armazón de pesca de ballena...”
El autor del oficio agrega que “la experiencia y el tiempo parecen han confirmado aquél mi modo de pensar si es cierta la población inglesa en la isla de los Estados y con la desgracia de nuestra empresa en la pesca: pero uno y otro nos obligan por consiguiente a ser un poco más precavidos en las resultas que podemos tener, muy sensibles a toda la nación por el riesgo que amenaza a nuestro continente”.
El accionar británico le dio la razón a las advertencias del superintendente. Poco antes de la fecha del oficio, se produjo la instalación transitoria en Puerto Egmont (Malvinas). Veinte años después se produjeron las invasiones inglesas a la ciudad de Buenos Aires, más tarde, la ocupación de las islas Malvinas, la presencia anglicana en el Beagle y, hacia fines de siglo, la notable irrupción de británicos en la Patagonia.
Casi un siglo después de la advertencia del funcionario virreinal, El Diario del Río de la Plata, en 1892, informó que “Santa Cruz se ha hecho mucho más famosa a partir de 1886, ya que gran cantidad de ovejeros de las islas Malvinas... se instalaron cerca de la boca del río y a lo largo de la costa que sigue hasta Gallegos. Hace diez años esa costa estaba totalmente deshabitada, sin otra señal de vida que los guanacos. Hoy, hay estancias, la mayor parte de ellas de ingleses, a lo largo de las 240 millas que hay entre Santa Cruz y Punta Arenas”.
La influencia inglesa en la región patagónica fue siempre un tema crítico para el país y continúa generando todavía intensas polémicas. Las bravuconadas de Londres y su voracidad imperial alimentaron y alimentan importantes espacios de debates, sospechas y denuncias.
