ste día, a las 23.20, aterriza un segundo vuelo clandestino en la base aérea de El Palomar, con pertrechos militares provenientes de Israel. Eran los desesperados intentos de aprovisionarse por parte de la Junta Militar, ante el inminente comienzo de los combates en las islas Malvinas.
El avión estaba cargado con turbinas y cajas con minas antitanque y antipersonales. A último momento, se habían sumado camperas. “Se cargó todo el espacio que quedaba del avión con esas camperas, que pesaban unas cinco toneladas", recordó el piloto de Aerolíneas Argentinas Jorge Prelooker (Histarmar).
Por la sobrecarga, el avión sólo contaba con combustible para llegar a Canarias. Allí, “levantar vuelo fue muy complicado. Tardamos mucho en hacer girar al avión. Quedamos volando bajo y consumiendo mucho más combustible".
A pesar de todo, el vuelo fue normal. En el tramo entre Canarias y Cabo Verde, divisaron tres barcos importantes. Estaban pintados de gris y dejaban "unas estelas infernales" en el mar. Avanzaban hacia el Sur.
Este hecho, protagonizado por Prelooker, durante la tarde del 11 de abril, “podría tratarse de la primera certeza que el Gobierno argentino recibía sobre el avance de la flota inglesa hacia las islas”.
A pesar del boicot internacional que existía contra Sudáfrica, por la cuestión del ‘apartheid’, la dictadura argentina hacía caso omiso a la medida, haciendo de ese país un sitio de abastecimiento.
Según la información que “los pilotos habían recibido, un cargamento de varias toneladas de armas (por lo menos 200) había sido desviado desde España hacia Ciudad del Cabo, en una maniobra de tráfico ilegal”. El nexo de esas operaciones secretas era el coronel Diego Palleros. El mismo que en tiempos de Carlos Menem fue el “enlace en la triangulación ilegal de armas a Croacia y Ecuador” (op.cit.).
A mediados de mayo, la junta hasta recurrió al régimen libio de Kadafi para obtener armamento.
Este aprovisionamiento de última hora, dejó en evidencia la falta total de previsión de la cúpula militar argentina.
El 2 de mayo, la guerra ya era una realidad. La Armada británica había llegado a las inmediaciones de las islas y comenzaba a atormentar a los efectivos argentinos con sus bombardeos y los sobrevuelos de los Harrier. Ya se lamentaba el hundimiento del crucero General Belgrano. Sólo el heroico batallar de los soldados y aviadores pudieron ofrecer resistencia.
