n la edición de este día, el diario El Magallanes difunde un episodio que pinta la situación desesperante que afectaba a los selknam, acosados por la destrucción de su modelo milenario de subsistencia.
El hecho relatado se produjo “en la bahía Inútil, muchos pobres indios, estimulados por el hambre y el frío, se presentaron espontáneamente a pedir trabajo. No siendo posible para el gobierno darles trabajo en esa isla, se pensó en traerlos a Punta Arenas y repartirlos entre los pobladores. El señor gobernador hace un llamado a toda la población para que ayude a esta pobre gente, nuestro prójimo, con ropa y mantas, porque llegaron casi desnudos y para que cada familia tome a uno o más individuos para su cuidado y para hacerlos trabajar, dándoles comida, ropa y alojamiento”.
Ese medio gráfico tuvo como uno de sus fundadores al propio gobernador, teniente de navío Manuel Señoret, “quien contribuyó a la formación de la todopoderosa Sociedad Explotadora de Tierra del Fuego en agosto de 1893, cediendo a las pretensiones de los hacendados. Recibió a cambio un poco más de 15.000 hectáreas de la concesión, lo que dará una suculenta renta anual. En julio de 1895, es responsable del vergonzoso ‘remate de indios’ ocurrido en Punta Arenas” (José Luis Alonso Marchante. Menéndez, Rey de la Patagonia).
En sintonía con la prédica del diario, Señoret había enviado “un barco del gobierno a bahía Inútil (Tierra del Fuego) con un buen número de soldados armados, para capturar a todos los indios que encontraran (…) para llevarlos a Punta Arenas, con orden de que aquellos que no quisieran rendirse a las buenas, fueran asesinados sin reparo alguno. Los soldados desembarcaron en bahía Inútil y recorrieron toda la zona que va hasta San Sebastián. No tardaron en encontrar muchos grupos de indígenas reunidos alrededor de sus fuegos, guiados por las huellas aún frescas dejadas por estos sobre la nieve (…) hombres, mujeres y niños, estaban pacíficamente reunidos (…) Apenas los soldados los vieron, sin decir palabra, dispararon, fusilando hombres, mujeres y niños, hiriendo gravemente a muchos. Los pobres indios, al verse atacados por los soldados a tiro de fusil y viendo cómo caían muertos, se arrodillaron, y con los brazos abiertos en cruz, imploraban misericordia” (Marggiorino Borgatello. En la Tierra del Fuego).
